A veces cuando mis papás
iban a las comunidades rurales como parte de su trabajo, decidían llevarme con
ellos, lo cual para mí era lo máximo pues no tenía que ir a la escuela... y aparte
convivía con mis papás. Desde niño tengo una necesidad por conocer y conocer
más, siempre ponía atención al camino, los árboles, los arroyos y los pueblos
por donde pasábamos, en los cuales recibían a mis papás con una sonrisa en la
cara, era muy bonito ver cómo es que la gente los quería tanto.
En primero de
primaria nos dejaron de tarea explicar en que trabajaban nuestros papás, ¿por
qué mis papás no fueron doctores o policías?, eso era fácil de explicar como
todos los demás del salón, pero no, yo sólo podía decir que ayudaban a la gente
pero no sabía ni como se llamaba esa profesión, ni como lo hacían. Cuando
visitábamos las comunidades mi amá me repetía constantemente que era gente que
necesitaba ayuda y que ellos estaban ahí para ayudar.
Un día, al terminar una
reunión de trabajo en una comunidad, las señoras sirvieron la comida, para mi
sorpresa me sentaron en una mesa y me tocó la primera tanda de caldo de pollo
con arroz, a mi no me gustaba esa comida, me volteé y le dije a mi amá en voz baja que no quería
comer eso, ella me respondió en voz baja que para ellos esa comida era comida
de fiesta y que no todos los días mataban una gallina para hacerla caldo,
además de que me sirvieron primero porque no sabían si alcanzaría la comida,
miré a mi alrededor y vi decenas de niños con la vista fija en mi plato, ahí
caí en cuenta que lo que a mi no me gustaba era un manjar para otros. Puedo
sacar algunas reflexiones de ese evento:
-La más obvia, no esta bien ser chiquión porque si somos sinceros con nosotros mismos, lo único que terminamos diciendo es que algo no nos gusta solo por costumbre o por parecer interesantes.
-Como explica Charles Darwin, la evolución no se da poco poco, si no más bien, ésta de vez en cuando da saltos. Así en la vida, vemos como es que un evento aleatorio puede hacerte evolucionar como persona.