lunes, 1 de agosto de 2022

Luna de Miel - Tailandia







PRÓLOGO

Hay momentos tan especiales en la vida que nos dejan marcados para siempre, como si fueran una marca de nacimiento. Así pues, en este primer aniversario siento la necesidad de platicar como fue el nacimiento de esto tan bonito que vivimos y que por lo mismo nos ha dejado recuerdos para toda la vida.
            Durante muchos meses todos fueron testigos de lo que vivimos a diario planeando y organizando nuestra boda, nuestros seres queridos estuvieron ahí presentes en ese momento, se interesaban, nos preguntaban “¿cómo van con la boda?”, cosa que nos emocionaba, platicamos una y otra vez los planes que teníamos, lo que habíamos hecho, lo que faltaba, etc. Fueron meses llenos de bendiciones pues en esa etapa nos llovieron buenas noticias, de una u otra forma notamos el apoyo de todos los que nos rodeaban y sobre todo del que manda desde arriba, porque dice un dicho “si quieres que Dios se ría de ti cuéntale tus planes”, pero que afortunadamente Dios nos ayudó poniendo a las personas correctas en nuestro camino lo que nos hizo un transitar sencillo y llevadero, logramos realizar nuestros planes, incluso mejoraron por mucho y así desde ahí con ayuda divina no hemos dejado de sonreír.
            La boda fue sin duda un evento que muchos disfrutaron, lo cual nos llena de gusto. Escuchar los halagos siempre son bienvenidos, sin embargo creo que lo mejor de esa noche fue compartir nuestra felicidad con todos los ahí presentes.
            Hasta ese día de la boda todos fueron testigos de todo, no fue hasta que emprendimos el camino hacia la luna de miel cuando siento que empezó nuestro matrimonio, fue en ese momento cuando los dos caímos en cuenta de que éramos marido y mujer, en ese punto de la historia ya no había más personas a nuestro alrededor, seríamos Alejandra y Marco acompañándonos, juntos, rodeados de mucha gente, pero realmente ella y yo para enfrentar al mundo por siempre…la luna de miel fue solo el inicio.
Con el paso del tiempo nos suceden tantas cosas que los recuerdos se empiezan a esfumar o simplemente a volverse borrosos e inexactos. A pesar que nuestra luna de miel la traemos profundamente tatuada en nuestros corazones, quiero dejar en tinta un poco de lo mucho que vivimos en ese nuestro primer viaje, nuestro nacimiento como esposos, nuestra luna de miel.



CAPÍTULO I
ATENCIÓN PASAJEROS


Lunes 10 de abril.

Salimos de Hermosillo a las 2:15 de la tarde con rumbo a Tucson. El camino estuvo muy tranquilo, poco tráfico y buen clima; Alejandra me iba platicando de lo que veía en el celular pues apenas empezábamos a tener tiempo de ver fotos y videos de nuestra boda, me leía los comentarios mientras yo manejaba, al mismo tiempo íbamos riéndonos de todo lo que pasamos antes, durante y después de la boda. De pronto nos caía el veinte de que ya estábamos casados y que íbamos de luna de miel, tanto tiempo esperando este momento y ahí estábamos en medio de todo aquello que habíamos planeado, por lo cual pasamos días y noches trabajando, organizando, imaginando, soñando...ya, ya estaba pasando.

Llegamos a Nogales, tramitamos el permiso y en un parpadeo estábamos entrando a una tienda entusiasmados por comprar lo que sea que nos hiciera falta para el viaje; realmente no nos hacía falta nada pero esa era la excusa perfecta de mí ya esposa Alejandra, así que con mucho gusto entraba a una y otra tienda. Ahí andábamos con toda la actitud de lunamieleros, despreocupados, por fin relajados pues lo que seguía era fácil, simplemente llegar al hotel de Tucson a descansar; bueno eso pensábamos en el transcurso del día, pero conforme se hacía tarde me empecé a dar cuenta que realmente no íbamos alcanzar a descansar, en otras palabras casi llegaríamos directo al aeropuerto a tomar el vuelo.

Salimos tarde de Nogales, no obstante llegamos a cenar una deliciosa hamburguesa al Jack in the box, entonces si con la barriga llena y corazón contento nos fuimos contentos a Tucson.

Era casi media noche cuando llegamos al hotel, acomodamos por última vez las maletas, después de todo alcanzamos a dormimos unas horas, no sabíamos que ese rato que dormimos sería la última vez que dormiríamos en una cama durante muchas, muchas horas más.

Martes 11 de abril.

Salimos del hotel a las 3:30 de la madrugada para ir a dejar el carro al estacionamiento, dejamos el carro, nos subimos a un camioncito que nos llevó al aeropuerto; entramos al aeropuerto para darnos cuenta que la salida del vuelo era una hora más tarde de lo que decía en la reservación, además por ser vuelo doméstico podíamos haber llegado una hora antes del vuelo y no dos como habíamos entendido nosotros, o sea que podíamos haber llegado a las 5:50 al aeropuerto pero ahí estábamos a las 3:50 con apenas unas horas de sueño, no sabíamos si llorar o reír.

Al momento de documentar las maletas y pedir el pase de abordar hubo un mal entendido con la reservación de los vuelos; por poco nos infartamos pues la señora del mostrador nos dijo que no aparecían nuestros vuelos por ningún lado, a Alejandra se le desencajó la cara, yo traté de guardar la compostura e insistí con la señora, dándole cuanto papel traía en la mano con números de reservaciones, folios, números de vuelos, etc. Después de un rato incomodo en el que la señora estuvo al teléfono, nos dijo que ya se había resuelto el problema, nos dio nuestros pases de abordar y como dato extra nos dijo que no volveríamos a ver las maletas hasta Bangkok, lo cual era de lo más conveniente y cómodo para nosotros.

Por fin cuando tomamos el avión, nos tocaron asientos separados, fue muy extraño empezar de esa manera, pero no hubo más remedio. A fin de cuentas era un vuelo relativamente corto, alrededor de dos horas, así que realmente no nos mortificamos ni nada.

Llegamos a Los Ángeles a las nueve de la mañana con la noticia de que la conexión que originalmente era a las 2:20 de la tarde la habían cambiado hasta las seis, por lo que en ese momento supimos que íbamos a perder el vuelo de conexión en Pekín. Nosotros sabíamos que era muy probable que algo así sucediera por lo que intentamos tomarlo con calma.

Ya resignados, desayunamos como campeones en un Carl’s Jr, luego agarramos camino por el aeropuerto en busca de nuestra puerta de salida (gate 159). Para esto en nuestra novatez nosotros buscábamos el mostrador de Air China para que nos resolvieran todas las dudas que teníamos: para empezar nuestros pases de abordar, saber de nuestras maletas porque aunque en Tucson nos dijeron que ya no las veríamos hasta Bangkok, realmente no sabíamos cómo iba a funcionar con todo este atraso.

Caminamos, caminamos y caminamos por el aeropuerto, eso sí, nosotros íbamos siguiendo los letreros que nos decían dónde estaba nuestra puerta de abordaje. Sinceramente fueron unas horas muy estresantes e incomodas por no tener a nadie que nos diera una respuesta a nuestras dudas. Resulta que en la parte donde andábamos no hay un mostrador de Air China sino que hay que esperar en la puerta de salida hasta la hora del abordaje para que llegue el personal de la aerolínea y ahora si ahí te atiendan.
A fin de cuentas nos dieron nuestros pases de abordar, una compensación económica por las molestias causadas y una hoja para nuestra noche de hotel en Pekín…China ahí te vamos!. Pero unos minutos antes de subir al avión con tal de no perder la compensación económica que nos dieron la cambiamos por unas pizzas que nos devoramos como si no hubiéramos comido en días, cuando realmente teníamos unas horas de haber comido hamburguesas.



CAPÍTULO II
AL OTRO LADO DEL MUNDO

Miércoles 12 de abril.

Después de catorce horas de vuelo, más catorce horas de diferencia de horario por fin llegamos a Pekín, China. Al principio fue un poco confuso lo que teníamos que hacer, pero aplicamos la de "chango ve, chango hace", ahí medio hicimos equipo con una pareja de recién casados que casualmente eran de Navojoa y Obregón, también con una pareja que no terminamos de entender que eran, si tailandeses que vivían en estados unidos o quien sabe, pero esa muchacha andaba muy activa averiguando por el hotel de esa noche y el equipaje, así que ahí andábamos nosotros también.

El aeropuerto está muy fresón, a otro nivel!, sin embargo el personal chino nos dejó con un mal sabor de boca pues el trato fue pésimo. Nos sacaron al estacionamiento a todo el grupo que perdimos el vuelo, ahí nos tuvieron un rato esperando un autobús que nos llevaría al hotel proporcionado por la aerolínea. Afuera estaba haciendo mucho frío, fue ahí donde vimos toda esa polución flotando en el aire, la verdad si impresiona. Sea como sea llegamos al hotel donde nos dormimos con hambre porque no había nada para cenar, era media noche, el restaurante estaba cerrado y el servicio al cuarto ya no funcionaba.

Cabe señalar que el equipaje no se fue hasta Bangkok, lo tuvimos que recoger en el aeropuerto cuando íbamos de salida, todas las maletas de ese vuelo estaban acomodadas dentro de un cuadrito de pintura que para ser sinceros en México ya se las hubieran robado.

Jueves 13 de abril.

La verdad es que no batallamos para dormir, a pesar de que la cama no estaba nada cómoda. Nos levantamos con la energía renovada y con mucha hambre también, por lo que  bajamos temprano al restaurante del hotel a ver que había de desayuno y oh sorpresa! El restaurante olía pésimo, en realidad era bufet totalmente asiático, así que mejor nos apuntamos en el primer camión que salía al aeropuerto para poder desayunar algo más comercial y además para que nos dieran nuestro pase de abordar, que no queriendo la cosa nos traía un poco preocupados.

Ya más tranquilos con el pase de abordar y desayunados gracias a un Burger King, nos pusimos a pasear por el aeropuerto, ésta es una experiencia que guardo con mucho cariño en mi mente pues no es cualquier cosa, todo nos llamaba la atención: la gente con sus diferentes idiomas, el edificio en sí, las tiendas de todo tipo de recuerdos, etc.

Se llegó el momento de pasar por enésima vez por seguridad (situación que se repetiría muchas veces más), abordamos el avión y ahora sí Tailandia ya casi llegamos!.

Ese mismo día llegamos a Bangkok, después de otras cinco horas de vuelo, arribamos un poco antes de medianoche, estábamos del otro lado del mundo en una ciudad para nosotros totalmente desconocida y con un idioma que no se entiende ni escrito. Antes de salir del aeropuerto compramos un chip para el celular de Alejandra, con ese chip tendríamos internet durante toda la luna de miel, no recuerdo cuanto nos costó pero si recuerdo que estaba muy barato para todo lo que incluía. También aprovechamos para cambiar dólares a la moneda local que es el baht, como tip aprendimos que en algunas casas de cambio cobran comisión por transacción, además que el tipo de cambio varía según el valor del billete, mientras más grande el valor del billete es mejor el tipo de cambio.

Centro de Bangkok - Traslado en taxi
Habíamos visto varios videos en los que recomiendan usar uber  o que si usábamos taxi pues que regatearamos y que nos fijáramos que usaran bien el taxímetro. Y pues la verdad no llegas al otro lado del mundo a hacerla de emoción, así que nos pasamos esas recomendaciones por el arco del triunfo y nos fuimos en taxi con el primer precio que nos dijeron, al principio se me hizo caro pero en la mente lo comparé con los precios de los taxistas en Hermosillo y pues no se me hizo tan caro. La interacción con el taxista se puede decir que fue la primera vez que intentaba comunicarme con alguien que no entendía inglés, no hallaba como explicarme, le enseñé la hoja donde estaba el nombre del hotel pero al parecer no sabía leer letras, solo sus símbolos tailandeses, el taxista pidió un poco de ayuda a uno de sus compañeros e inmediatamente me dijo “ibis, ibis, sevénjaundred”. Después de cincuenta minutos a toda velocidad por las calles de Bangkok llegamos al hotel Ibis River Side, para ese momento el costo del taxi se me hizo que se desquitó hasta de más pues el aeropuerto está realmente lejos.

Nos registramos y nos fuimos a descansar a la habitación, a bañarnos y a ponernos de acuerdo de lo que haríamos al día siguiente. Por fin estábamos en la habitación del hotel en Bangkok, la aventura apenas estaba por iniciar.


CAPÍTULO III
BANGKOK

Viernes 14 de abril.

Llegamos a Tailandia justo en sus festejos de año nuevo mejor conocido como Songkran que se celebran los días 13, 14 y 15 de abril. Salimos del hotel, con una sensación entre emoción y nerviosismo, el clima era cálido y húmedo, aunque estábamos bien informados de cómo sería el clima la verdad es que si se siente bastante sofocante. Nuestra primera parada fue en un 7-Eleven que después con el tiempo fue nuestro sitio más visitado pues quedaba justo en la esquina del callejón que daba a nuestro hotel, por lo que era un punto obligado por el que teníamos que pasar.

Caminamos hasta el otro lado del Río Chao Phraya donde se encuentra un muelle del cual salen unos botes que nos llevaron hasta los templos, esos templos que tanto habíamos visto en videos, documentales y películas. El paseo en bote no es de lo más agradable que digamos pero como uno anda con el chip de turista todo nos parecía interesante. Llegamos al primer templo que se llama Wat Arun, había mucha gente por lo mismo que era festejo de año nuevo, muchos puestos de comida y sobre todo mucho calor, después de un rato de tomar fotos y de ver ese templo, nos subimos a otro bote que cruza el río y nos dejó en el siguiente templo que queríamos visitar, el templo Wat Pho.

Buda reclinado
Conocimos el Buda Reclinado, sin duda edificaciones muy bonitas e impresionantes, llegando al punto de no creerse pues no es solo un templo sino muchos edificios al rededor del mismo. Después de caminar un largo rato por el sitio sinceramente nos ganó el calor y decidimos irnos de ahí, a mi esposa se le antojaba pizza así que buscamos un Domino's Pizza que estuviera por la calle Sukhumvit Road que era otro lugar que queríamos visitar. Ahí fue donde usamos uber por primera vez y nunca más dejaríamos de usarlo.

Para ser sincero se me hacía irreal andar por las calles de Bangkok, una combinación de emociones, por un lado un tráfico endemoniado, intentando descifrar lo que nos decían las personas, manejar otra moneda y al mismo tiempo disfrutar. Pues bueno, llegamos al Dominos, ordenamos y la primera sorpresa fue el mini tamaño de la pizza, la segunda sorpresa fue que el sabor no le gusto a Alejandra...bueno, ni tan de sorpresa.

Caminamos un rato por las calles, vimos como andaba la gente con pistolas de agua, en shorts y chanclas, así festejan el año nuevo mojándose como antes se hacía en el día de San Juan. Entramos a un centro comercial muy lujoso nada más a refrescarnos y descansar un poco, realmente teníamos mucho calor.

Decidimos tomar el metro para ir a Chatuchak que presume ser el mercado más grande del mundo y aprovechar ya que solo abre los fines de semana. Ahí estábamos como neandertales descifrando las instrucciones de cómo pagar el ticket y queriendo entender a que terminal íbamos, pero la verdad estaba muy fácil de usar y barato así que realmente no batallamos tanto, aunque siempre con ese nerviosismo de "¿no la andaremos regando?". Fue una experiencia bastante peculiar, pues estas en contacto con cientos de personas que ni de broma hablan nuestro idioma y a pesar de que uno cree que entiende cómo moverse y llegar de un lado a otro, también es bueno de vez en cuando preguntarle a alguien si andas bien por el rumbo, pero ni eso podíamos saber.

El metro no llega hasta el mercado, nos bajamos en la última estación y caminamos unas cuadras hasta llegar a una de las tantas entradas del mercado, por cierto al cruzar esa última calle ya para llegar fue donde sentí el corto circuito de que los carros circulan al revés de lo normal, por lo mismo me sentí un poco inseguro de cruzar la calle. Cual va siendo nuestra sorpresa de que el mercado ya estaba cerrando pues era tarde, no alcanzamos a ver mucho, lo que si alcanzamos fue a "oler mucho"...nos llegaba un olor penetrante que no era otra cosa mas que comida callejera.

En ese momento no lo pensamos dos veces y pedimos uber para irnos al hotel a descansar un poco porque ya teníamos planes para la noche.

Era muy tarde cuando pedimos uber en el hotel que nos llevó hasta Khao San Road, ésta es una calle famosa por su vida nocturna, sobre todo para mochileros. Para ese momento estábamos cien por ciento convencidos de que a pesar de andar distancias largas y tardadas uber resultaba ser muy económico. En esa calle a la que llegamos no cabía ni un alfiler, todo era música y agua, gente mojándose por el festejo del songkran. Al principio caminábamos como con miedo de ser mojados, después de un rato ya teníamos una cerveza en la mano y teníamos un curon viendo a la gente, desde como bailaban, como pasaban las ladyboy, escuchando la música que estaba de moda allá, etc. terminamos empapados. Le pedimos a un grupito de jovencitos que nos tomaran una foto para inmortalizar el momento, y además Alejandra los puso a gritar ¡Viva México, cabrones! de verdad fue un momento muy cómico.

Se terminó la fiesta, caminamos un poco para salir a una calle con menos tráfico ahí pedimos un uber. Los choferes ya se la saben y traen los asientos cubiertos con hule porque todos los que andábamos en esa calle salimos empapados. Volvimos al hotel a dormir súper cansados, pero antes llegamos al 7 eleven por unas donas, lechita y soda porque Alejandra no había cenado nada.


Sábado 15 de abril.

Después de haber dormido como reyes, nos levantamos decididos a volver al mercado Chatuchak, pero primero bajamos al restaurante a desayunar. Nuevamente pedimos uber y listo en unos minutos ya estábamos en el mercado más grande de Tailandia comprando recuerditos. Yo todo lo que quería era una camiseta de cada ciudad que visitáramos, así que fue lo primero que busqué, ya una vez que me compré 2 o 3 camisetas me puse a ver más cosas. Para este momento Alejandra ya se animaba a hacer sus primeras regateadas, unas horas después ya se chamaqueaba a todos los puestecitos.

            Aprendimos que si realmente es necesario regatear los precios pues de entrada te los ofrecen con precios muy altos. Cada vez que recordamos la primera vez que regateamos todavía nos da mucha risa pues logramos bajar el precio de un abanico de tela que costaba doscientos bahts a tan solo ciento treinta, fue emocionante estar en el estira y afloje del precio, al final nos fuimos de ese puesto con un sonrisón solo para darnos cuenta que unos puestos más adelante esos mismos abanicos los vendían a tres por cien baht, en otras palabras nos bailaron sabroso.

Si bien hacía mucho calor, caminando entre los pasillos angostos y con tanta gente era un poco sofocante pero la verdad tampoco para volverse locos. De todos modos hicimos una pausa en un puestecito para comprar agua y una cervecita que no estaba de más. Alejandra lucía radiante ese día, más de lo normal. Me encantaba ver su cara enseñándome cada cosita que veía, verla caminar y caminar sin cansarse me daba un poco de energía a mí también.

Ahí en el mercado compre una nieve de coco riquísima de esas que habíamos visto en videos de cosas que debes comer en Tailandia. Un poco antes de irnos, dimos con una parte que vendían arte y muebles para decoración, nos quedamos enamorados con tantas cosas que hasta llegamos a pensar en quedarnos a vivir en Bangkok y adornar nuestra casa con todo lo que veíamos.

Pero bueno, teníamos un itinerario que seguir así que nos fuimos a otro mercado que habíamos investigado, el mercado nocturno Patpong. Llegamos temprano al mercado, apenas se estaban instalando los vendedores, aunque realmente en lo único que pensábamos era en comer algo porque moríamos de hambre. Después de caminar un rato esquivando peleas con pistolas de agua, corriendo de los cubetazos y las mangueras, por fin dimos con un restaurante que se veía bonito, así que entramos, ordenamos pizza y pasta que era prácticamente lo único que comía Alejandrita de mi corazón. Cual va siendo nuestra sorpresa que la comida estaba deliciosa, así a otro nivel sin exagerar.

Ya con las energías renovadas, nos fuimos de compras (de nuevo). La mochila ya pesaba muchísimo, además cargaba con mil bolsas, pero no podíamos detenernos. Mientras ella veía a detalle cada cosa yo me iba fijando en las cosas que ni al caso como me dice ella. Este mercado no nos llenó por completo, ni los precios ni los productos eran de lo mejor, pero igual nos pegamos un paseadon por todas las calles y puestos, mezclados entre la gente que nos confundían con chinos, ahí andábamos los loquitos escuchando idiomas que ni de broma entendíamos.

Una vez más era de noche cuando nos regresamos al hotel, para ese momento ya pedíamos uber como jefes, sin miedo a nada. La mochila sí que pesaba mucho, así que yo todo lo que quería era llegar al cuarto. Llegamos al hotel, descansamos, y nos fuimos a un mercado nocturno relativamente nuevo que se llama Asiatique, nos sorprendió lo bonito del lugar, muy adornado con lucecitas, puestos bien establecidos, limpios y los precios muy accesibles. Para llegar fue un show porque el tráfico estaba de lo peor, con trabajo y avanzaba el carro, pero ya estando ahí todo fue disfrutar de una noche muy agradable a la orilla del río, comprando y cenando unos súper grasosos rollitos primavera.

Al tomar uber de vuelta al hotel el tráfico era impresionante, pero más impresionante las maniobras de la muchacha para poder tomar la parte menos congestionada de la calle. Llegamos cansados al hotel, derechito a acomodar todo en las maletas porque esa era nuestra última noche en Bangkok y teníamos que volar temprano al día siguiente.


CAPÍTULO IV
PHUKET

Domingo 16 de abril.

Esto ya parece un comercial de uber, pero pues para no variar nos fuimos con todas las maletas al aeropuerto Don Mueang, este aeropuerto era otro diferente al que habíamos llegado anteriormente, después de pasearnos un rato encontramos donde poder dejar una de las maletas para no andar cargando en vano. Lo siguiente fue documentar y esperar el vuelo. En la revisión de seguridad me quitaron el bloqueador solar que por error dejé en la mochila, estaba casi nuevecito y Alejandra casi me mata, no quedó de otra que reírnos de mí.

Cosa curiosa, estaba sentado en medio de puro chino, sin entender nada, cuando vi el avión en el que volaríamos y recuerdo haber pensado "¿qué rayos estamos haciendo por acá?".

Volamos a una isla al sur de Tailandia, se llama Phuket, en esta isla hay muchas playas recomendadas, nosotros escogimos pasar una primera noche en Patong Beach.

Después de 40 minutos de vuelo llegamos a nuestro destino, contratamos un transporte que reparte a los turistas en sus hoteles en las distintas playas de Phuket. Todo es demasiado sencillo en las zonas turísticas, tanto así que siempre hay una pequeña desconfianza de no saber si nos entendieron en lo que queremos, para la gente que nos atiende supongo que es rutina diaria lidiar con turistas, así que ellos hacen todo muy rápido y uno se queda con la cara de "¿si me habrá entendido?", pero sí, siempre nos fue bien con lo que sea que contratamos.

El viaje del aeropuerto al hotel es algo largo, íbamos con una sensación de "por favor ya quiero llegar" pero también de "mira eso y mira aquello" pues pasamos por varios pueblitos que por más sencillos que eran tenían algún detalle que nos llamaba la atención.

A pesar de que a uno no le queda de otra más que confiar en que realmente te entendieron y que si saben dónde está tu hotel, de todos modos yo iba viendo el camino en google maps, lo cual nos daba algo de tranquilidad.

Al llegar al hotel Sleep with me, nos recibieron con una bebida sabor ponche y unas toallas frescas, nos instalamos en la habitación, muy bonita y muy moderna. Inmediatamente después salimos a la calle. El hotel estaba ubicado en la calle principal y a una cuadra de la calle donde se hace la vida nocturna, llena de bares, restaurantes y tiendas.

Pasamos una tarde muy reconfortante en Patong, viendo todo el lugar, caminando, escuchando música, tomando unas cervecitas chang. Vimos el atardecer en la playa con esa sensación de estar lejos de casa. Cenamos en un restaurantito que después de verlo 3 veces nos animamos a entrar a ese, pues había mucha variedad de restaurantes. La cena estuvo deliciosa, camarones y rollitos primavera. A estas alturas del viaje ya ordenábamos entre señas y un mal inglés, pero como si nada.

Para esto entre comidas yo siempre comía una o dos brochetas de lo que viera en la calle, ya sea de puerco, pollo, camarón o disque res. Alejandra era quien en verdad se las vio negras con la comida, nunca la pude convencer de probar por más que le juraba que estaban buenas las brochetas.

Lunes 17 de abril.

Un día antes habíamos contratado un servicio de transporte en el que una van pasaría por nosotros para llevarnos hasta al muelle Rassada en la ciudad de Phuket, y así fue, llegó puntualmente por nosotros, nos subimos y nos fuimos a la aventura pues nuestro siguiente destino eran las islas  Phi Phi.
            Ambos íbamos ansiosos por llegar, este era uno de los destinos más promocionados en el turismo de Tailandia. Habíamos visto mil videos de personas que te dicen cómo se llega a las islas, pero ver y hacer son cosas muy diferentes pues al momento de subirte a la van realmente no sabes si todo va a salir como uno lo trae programada, la misma sensación de que te pueden estafar o que tienes que dar más dinero por una cosa o por otra, pero no eso nunca sucedió.

            Llegamos al muelle, inmediatamente nos guiaron a un escritorio, nos dieron otros boletos y nos acompañaron al bote. El bote era bastante grande con 3 niveles refrigerados y la azotea abierta, tomamos nuestros asientos que aprovechamos para descansar a nuestras anchas. A estas alturas del viaje como que empezábamos a sentir el cansancio de tantas desveladas y tantas caminatas, ni se diga de las deshidratadas que nos dimos con el calor que hacía.

            Después de un viaje de dos horas llegamos al muelle de la isla donde cobran 30 baht por persona para poder entrar a la ciudad, claro que después de tremendo viaje no te vas a quejar por pagar esa cuota. Desde que bajas y avanzas al pueblito se ve el hermoso color de la playa, un color turquesa brillante, los botes típicos del lugar, y sobre todo se siente el tumulto de personas entrando y saliendo de la isla.

            La isla es muy pequeña, a unos metros estaba el hotel que reservamos, de inmediato guardamos nuestras cosas y salimos a comer pizza, que era nuestra comida de cabecera pues como lo he mencionado Alejandra no soportaba el olor de la comida local, lo cual para mí era una verdadera lástima ver que se estaba perdiendo de comidas muy sabrosas que me tocaba comer solo.

            En menos de lo que canta un gallo estábamos caminando por la playa, nos metimos a bañarnos un rato y después a acostarnos debajo de unos árboles, simplemente a descansar. Estando ahí reposando, no dejaba de pensar en que estábamos del otro lado del mundo, en la isla de la que tantos mochileros y viajeros hablan en sus blogs, ahí en ese lugar…ahí estábamos nosotros. Eso se siente muy bien.

            Regresamos a la habitación a alistarnos para salir a cenar, encontramos un restaurante al aire libre a la orilla de la playa con una decoración sencilla de manteles rojos y luces por todos lados, de verdad que un lugar muy cómodo y agradable a la vista. Esa noche ordenamos camarones en todas sus presentaciones hasta llenar la mesa, comimos como reyes casi hasta reventar. Una vez cenados fuimos en busca de la vida nocturna, caminamos a otra playa en donde nos encontramos con un antro con show de fuego y otro de limbo, las mujeres que pasaran el palo del limbo sin blusa se ganaba una cubeta. Allá lo típico es servir unas mini cubetas con diferentes tipos de alcoholes, es como para emborracharte rápido, sinceramente no lo quise probar por que no era mi intención andar dando lástima en la luna de miel.

            De pronto empezó a llover muy pero muy fuerte, nos tuvimos que refugiar en el antro y pues ni modo, tuvimos que empezar a consumir bebidas. Aprovechamos para bailar un poco, además de reírnos de la gente que estaba ahí. Después de un rato se acabó la lluvia y aprovechamos para seguir caminando por la isla, nos topamos con otros shows de música y fuego muy entretenidos, nada más que yo andaba preguntando por un lugar que había visto en youtube donde hay un ring de muay thai. Más tarde dimos con el lugar con tan buena suerte que un par de muchachos se subieron a pelear por una cubeta, me divertí muchísimo al verlos ahí arriba del ring, incluso Alejandra que no le gustan las peleas se quedó impresionada de ver que realmente eran unos muchachos borrachos que estaban a un lado de nosotros los que se subieron a pegarse. Salimos de ese lugar y nos fuimos a dormir, al día siguiente teníamos que madrugar para seguir turisteando.

Martes 18 de abril.

A las 6:30 de la mañana estábamos en el lugar donde nos habían citado para tomar un bote e ir a recorrer varias islas, la primera  la que fuimos es a la isla Maya Bay famosa por haberse grabado ahí la película La Playa de Leonardo DiCaprio. Viajamos en un bote rápido con un personal muy amable, éramos en total unas diez personas, entre ellos solo otra pareja hablaba español. La isla parecía sacada de la imaginación de alguien, es uno de los lugares más bonitos que he tenido oportunidad de ver, el color turquesa del agua, limpia y cristalina, el verde de las montañas con sus figuras robustas y accidentadas, en medio de todo aquello una arena fina, casi blanca, realmente una maravilla ver, sentir y respirar ese lugar.

            Maya Bay es una isla pequeña por lo que con dos horas de estar ahí nos dimos por bien servidos, volvimos al bote para ir a la siguiente isla. Seguía Monkey Island, en el trayecto fuimos viendo paisajes sublimes, a donde volteáramos parecía postal.

            En ésta isla estuvimos poco tiempo, tal vez unos 40 minutos, tiempo suficiente para ver, alimentar y fotografiar monos. Alejandra se acercó a un mono que parecía lastimado, le daba galletas pero el mono no le hacía caso, en una de esas el mono se bajó del árbol y se abalanzó sobre las galletas que traía en la mano Alejandra, ahorita nos reímos pero en ese momento ella pego el grito en el cielo porque si se asustó mucho.

            El bote se detuvo a un lado de un cerro, nos dieron el equipo necesario para nadar y sumergirnos a ver los peces y algunos corales. Recuerdo que el agua estaba a una temperatura perfecta y de un color entre verde perfecto y transparente. Sin duda alguna que esta actividad la disfruté mucho, en verdad todo me sorprendía. Mi esposa en esta ocasión no se animó a meterse al gua y se quedó arriba del bote tomando fotos.

            Salimos de ahí y nos metimos en unas cañadas preciosas donde una vez más se detuvo el bote, ahí si mi esposa hermosa se animó a echarse un chapuzón en el agua que de igual manera estaba riquísima. Estos fueron unos momentos muy relajantes pero sobre todo muy merecidos porque a decir verdad a estas alturas del viaje ya empezábamos a sentir el cansancio de las desveladas y las largas caminatas.

Volvimos a la isla Phi Phi a eso de medio día, había llegado del momento de dejar atrás aquel lugar tan increíble, recogimos nuestras maletas del hotel y nos subimos al barco. Nuestro siguiente destino era una playa en la isla de Phuket.

El viaje fue algo largo, aquí lo interesante fue viajar por las carreteras, conociendo y disfrutando del momento. En este trayecto fue donde por primera vez vimos elefantes en el camino. Según habíamos leído los elefantes viven en la parte norte de Tailandia, por lo que nos sorprendimos bastante al verlos cuando casi llegábamos a Kamala Beach.

Miércoles 19 de abril.

Kamala beach es una playa para descansar, si lo que quieres es vida nocturna puedes tomar un taxi ahí mismo en el hotel, el taxi te lleva Patong Beach que está a 15 minutos de distancia. Como ya lo he mencionado el transporte es sumamente económico incluso dentro de las instalaciones del hotel.

            Este día nos lo tomamos por completo para descansar en la habitación, y ya que ahí mismo teníamos alberca y playa solo para nosotros pues no era necesario salir a ninguna parte. La cerveza del mini bar de la habitación estaba a precio normal de la calle por lo que lo vaciamos mientras flotábamos en la alberquita exclusiva con agua fresca que para esa zona calurosa era muy agradable tener sombra y agua fresca. Cuando nos enfadábamos del agua dábamos dos pasos a la habitación que tenía dos ventanales de piso a techo desde donde se veía la playa que teníamos a unos escasos 20 metros.

            En la noche fuimos al restaurante del hotel, esa noche habría cena italiana. Alejandra en este viaje solo quiso comer pizza y pasta, por lo que la cena italiana nos sonó muy atractiva, y efectivamente ahí cenamos y probamos de todo tipo de platillos en una mesa con velas, restaurante a media luz y el obligado mantel cuadriculado rojo y blanco.

Sin duda alguna de todos los hoteles en los que estuvimos, éste fue el más bonito y el que más tiempo disfrutamos, pero por mucho.


CAPÍTULO V
CHIANG MAI

Jueves 20 de abril.

Nos levantamos temprano y una vez más tomamos nuestras maletas, caminamos al lobby y pedimos un taxi hacia el aeropuerto. El trayecto fue corto, documentamos, esperamos un poco mientras nos comíamos unas donas, de pronto en menos de dos horas íbamos llegando a Chiang Mai, una ciudad que nos dejó impresionados por muchos motivos, el primero de todos es por su belleza, tienen una forma sencilla de adornar con luces las calles, los puestos, las casas, etc. Esa forma sencilla le da el toque de ciudad tranquila y a la vez te  sientes mucho más seguro de lo normal. Dicho sea de paso durante todo nuestro viaje nunca nos sentimos amenazados ni con miedo de nada. Habíamos leído que en Tailandia hay muy pocos asaltos y robos, cosa que al parecer es cierta.

El hotel era pequeño, las personas que atendían en la recepción también vivían ahí en el primer piso. La única queja del hotel es que no había elevadores así que teníamos que subir tres pisos por los escalones, cosa que parece algo fácil pero las piernas ya las teníamos muy cansadas de tanto caminar. Fuera de ese detalle con el hotel, lo demás era excelente, estaba ubicado justo a un lado de las oficinas de Elephant Nature Park que era nuestro principal motivo por el cual estábamos en esa ciudad pues habíamos comprado un paquete con esa empresa para cuidar un elefante por un día.

Inmediatamente nos instalamos en la habitación y pedimos un uber para ir a comer unas hamburguesas que estaban recomendadas en el canal de youtube de Alan por el mundo, de quien no nos perdíamos sus videos con consejos de Tailandia. En ese recorrido del hotel al restaurante es donde notamos que esa ciudad no era como las otras que habíamos visto, por así decirlo la sentimos más occidental y moderna. La hamburguesa en verdad que si estaba buena, bien servida pero medio cara si la comparo con los precios de las comidas locales. Sea como sea si volvería a comer ahí con mucho gusto.

Empezaba a atardecer cuando terminamos de comer, ahí vimos el google maps y decidimos ir a pie a un mercado nocturno que teníamos en el itinerario. Caminamos unas cinco cuadras con negocios y restaurantes muy bonitos por todos lados hasta que llegamos a un tipo de plaza pública, ahí estaba lleno de puestos de ropa, accesorios, adornos, comidas, etc. Todo rodeado de árboles muy grandes y todo adornado con luces. El mercado nocturno se encuentra a un costado del  Maya Mall, que es el centro comercial de moda, con la diferencia de que el maya mall tiene puras tiendas con marcas caras.

Después de pasar una tarde sumamente agradable, con el clima notablemente menos caluroso que en otras partes, nos regresamos al hotel a descansar pues al día siguiente teníamos que levantarnos muy temprano para ir al santuario de elefantes.


CAPÍTULO VI
ELEPHANT NATURE PARK

Viernes 21 de abril.

Nos levantamos muy temprano a repasar lo que llevábamos en la mochila para que no nos hiciera falta nada en la excursión pues era estar fuera todo el día. Me adelanté y fui a la oficina yo solo a las siete en punto para registrarme, ésta fue de las pocas veces que me movía solo por aquellos rumbos, a pesar de que nada más caminé una cuadra la sensación es otra, prefiero mil veces caminar acompañado por Alejandra. Llegué a la oficina primero que los empleados, esperé unos minutos y listo estábamos apuntados en la camioneta en la que nos iríamos al santuario. Ahí me tocó ver como los trabajadores llegaban a desayunar a unas carretitas en la calle que vendía noodles, comían rapidísimo y salían corriendo cada uno a sus trabajos, era algo como en Hermosillo desayunando tacos de cabeza, tan lejos y el comportamiento humano a fin de cuentas era el mismo. Unos minutos después ya estábamos los dos junto con otras veinte personas esperando el momento para subirnos al auto, en eso se acerca un muchacho, dijo nuestros nombres y que lo siguiéramos, también nos dijo su nombre el cual no entendimos para nada, lo bueno es que él sabía que no podríamos pronunciarlo así que nos pidió que simplemente le dijéramos Sunshine pues su nombre sonaba similar, él sería nuestro guía durante todo el día. En el grupo éramos siete personas, una pareja de franceses, una pareja dónde la muchacha era de la ciudad de México y el muchacho era colombiano, una irlandesa, Alejandra y yo.

Fue un viaje tranquilo, en la camioneta nos mostraron videos de cómo son maltratados los elefantes en Tailandia, videos sumamente estremecedores. La intención de Elephant Nature Park es rescatar a los elefantes maltratados en Tailandia y sus al rededores. Existe una cultura muy arraigada de siglos, hasta milenios, en dónde el elefante es explotado para diversas actividades, en las últimas décadas eran principalmente usados para el entretenimiento. Incluso en este momento siguen siendo utilizados para dar masajes a los turistas, hasta dibujan con pincel, pero lo que no vemos es la forma cruel como los entrenan. Los elefantes son seres muy inteligentes, está demostrado plenamente que tienen sentimientos, que saben alegrarse, entristecerse, enojarse, entre otras cosas. Los elefantes son seres muy orgullosos que tienden a imponer su dominio en la selva, porque se saben fuertes e inteligentes. Entonces los entrenadores lo primero que hacen para domarlos es quebrar su orgullo con unos artefactos crueles, como tortura de la edad media.

El santuario está ubicado en la parte baja de la selva, a un lado de un río que tiene agua todo el año. La experiencia de estar ahí es única, es especial a un grado de quererte pellizcar cada cinco minutos para saber si no es un sueño. Para empezar nos dieron unas camisetas para que el elefante nos identificara por el color como personas que no le haríamos daño. Lo alimentamos, caminamos por la selva con él, convivimos en grupo y lo bañamos en el río. Fue todo un día de tratar de entender cómo vive un elefante, es una satisfacción interna ser parte de un programa que por lo menos por un día haces que ese elefante que ha sufrido tanto sea el más chipilón del mundo.

Alejandra estaba cumpliendo su sueño añorado de convivir con elefantes, ese día Dios me dio la oportunidad de ver en sus ojos un brillo indescriptible, como llenos de una emoción que va a estar ahí por el resto de su vida. Uno muchas veces habla de los sueños con mucha ligereza, como si uno mismo se predispusiera a verlos solo como algo que no vamos a hacer, claro que mientras más complicado es el sueño pues uno mismo supone que es imposible realizarlo. Desde que éramos novios le dije a Alejandra que un día iríamos a Tailandia a conocer elefantes, ambos sabíamos que era algo difícil pero no imposible…y pues, ahí estábamos, si, en la selva de Tailandia entre elefantes. Su sueño y el mío hechos uno.

El día llegó a su final, nos despedimos de nuestro chipilón y fue momento de caminar hacía el campamento. En el trayecto nos topamos con familias de elefantes que estaban conviviendo entre ellas pero que sin querer bloqueaban el camino, en esos casos no hay mucho que hacer tan solo esperar a que se muevan y liberen el paso. No importa, no teníamos prisa, al contrario aprovechábamos cada instante para tomar fotos, admirarlos incrédulos de su comportamiento. Después de un rato llegamos al campamento y nos subimos a la camioneta que nos regresó hasta las puertas del hotel. Llegamos muy cansados pero con una sonrisa en la cara y en el corazón.

Cenamos en un restaurante que nos encantó a un lado del hotel, el tiempo que estuvimos ahí en Chiang Mai probamos todo lo del menú.

Después de cenar fuimos a otro mercado nocturno, el night bazaar, por más cansados que estuviéramos no podíamos dejar pasar la oportunidad de salir y conocer un poco más de ésta bella ciudad que nos tenía cautivados. Al principio creímos que éste mercado nocturno no sería tan grande como el primero que conocimos cuando llegamos, pero nos terminó sorprendiendo pues eran muchas cuadras llenas de puestos de comida, ropa y lo que sea que se nos pueda ocurrir. Como ya era costumbre me compraba unas brochetas de lo que sea, para probar los ricos sabores de la cocina urbana tailandesa, mientras yo paraba por comida Alejandra se alejaba porque ella no soportaba el olor y le daban ganas de vomitar, cosa que me incomodaba porque no me dejaba saborear las comidas, así que terminamos por hacer eso de separarnos unos minutos simplemente nos poníamos de acuerdo dónde estaríamos.

Era muy tarde cuando volvimos al hotel, con trabajo pudimos subir los escalones hasta la habitación, no terminábamos de poner la cabeza en las almohadas cuando ya estábamos dormidos.

Sábado 22 de abril.

Nos levantamos con las pilas recargadas, derechito al restaurante que estaba ahí a un ladito, desayunamos como reyes, como siempre. Llevamos nuestra ropa sucia a una lavandería donde nos atendió una señora muy amable a quien prácticamente solo le dimos la ropa y nos la regresó doblada, no tuvimos que mover ni un dedo. Mientras esperábamos la ropa aprovechamos para caminar un poco por el centro de Chiang Mai, hacía algo de calor así que nos resguardamos un momento en un Starbucks. Una vez recogida la ropa caminamos hacía el hotel a dejarla en la habitación, en el camino nos dieron un volante con información de peleas de Muay Thai esa misma noche, en ese mismo momento lo decidimos y lo agendamos, aunque Alejandra no le interesan las peleas aceptó acompañarme.

Fuimos a un centro comercial tipo mall que estaba muy lejos, pero que simplemente lo caminamos pues no había nada que realmente nos llamara la atención. Volvimos al mercado que habíamos ido un día antes, de nuevo caminamos hasta mas no poder. Hasta que se dio la hora de volver al hotel a dejar las compras e irnos a ver la pelea que tanto había esperado, eran alrededor de las nueve de la noche. Compramos asientos a un lado del ring, entramos y vamos viendo el lugar, estaba de risa pues era como que lo acababan de adaptar para las peleas de esa noche, ya después me enteré que ese lugar tiene muchos años y ha sido el gimnasio de donde han salido peleadores muy famosos de Tailandia, digo aun así no  les costaría nada darle una manita de gato al lugar. Haciendo el sitio a un lado, las peleas estuvieron buenísimas, no recuerdo cuantas fueron, tal vez unas diez peleas de menor a mayor calidad. Mientras veíamos las peleas estábamos tomando unas deliciosas cervezas Chang, que desde mi punto de vista es lo mejor que probé en el viaje. En las peleas de muay thai ponen una musicquita de viento como con gaitas con un sonido que hasta los sueñas. Esa noche fue donde me dijo Alejandra “oye es nuestra luna de miel, ¿qué tiene de romántico estar viendo las peleas?” y le dije “¿y qué crees que andar en la selva con elefantes es muy romántico o qué?”, lo cual le dio risa y pues ni modo cada uno disfrutando del viaje juntos pero a nuestra manera.

Saliendo de las peleas íbamos caminando hacia el hotel cuando en eso Alejandra entró a un baño de un bar que estaba de pasada, y pues para justificar el uso del baño yo pedí una cerveza. Mientras la esperaba se me acercó una “chinita” que realmente era de ahí de Chiang Mai, me empezó a sacar plática lo cual se me hizo curioso pues realmente los tailandeses son personas como que un poco reservadas con el turista, como que solo están ahí para atender a las personas. En eso volvió Alejandra y la chinita se puso a platicar con los dos, ella estaba medio tomada y nos estaba platicando que se estaba separando de su esposo que era ucraniano, nos enseñó sus anillos que los traía guardados en su bolsa, total que no se en que momento nos preguntó que si nosotros bailábamos a lo que le respondimos que sí, entonces nos invitó a un antro que estaba cerca, Alejandra y yo nos volteamos a ver y fue un “pues vamos”. Claro que nos daba un poco de miedo pero realmente andábamos lúcidos así que nos subimos a un taxi que iba pasando por ahí, nuestra amiguita le regateó y de pronto en un parpadeo ya estábamos adentro de un antro bailando música electrónica. El lugar se llenó  muchísimo, estábamos entretenidos viendo todo tipos de caras cuando de la nada unas borrachas se quisieron pelear con nosotros pero nuestra amiga la chinita nos defendió, de alguna manera terminamos en una parte como vip del antro. Decidimos irnos, tomamos un uber, dejamos a nuestra nueva amiga en donde tenía estacionada su camioneta y nos fuimos a dormir.


CAPÍTULO VII
DE VUELTA

Domingo 23 de abril.

Temprano salimos a un mercado chino, esto a petición de Alejandra, yo no estaba muy de acuerdo que digamos pues nuestro vuelo salía a las doce de medio día, si teníamos tiempo pero estábamos muy lejos de casa como para perder ese vuelo, y si perdíamos ese vuelo significaba perder el vuelo de Bangkok a Los Ángeles. A fin de cuentas hice mis paranoias a un lado e hicimos otro mini tour por el mercado chino.

Volamos una hora y media hasta Bangkok, nuestro siguiente vuelo salía a media noche de otro aeropuerto diferente por lo que aprovechamos el tiempo en la ciudad para volver a visitar el mercado Chatuchak. Con la diferencia de que ahora fuimos con las cuatro maletas, mochilas y bolsas, así que solo uno de los dos nos podíamos mover en el mercado así que me sacrifiqué y me quedé sentado en un restaurante del mercado mientras que Alejandra se adentraba en busca de unas nalgas de elefante que quería desde que llegamos pero que era hora que no compraba.

Ahí sentado en el restaurante comí un poco del menú con platillos locales, aprovechando que no estaba Alejandra. Un poco tiempo después volvió mi esposa sólo a decirme que no salía de la misma parte del mercado que iba a intentar caminar por otros pasillos, en pocas palabras fue a decirme que no me desesperara porque se iba a tardar más tiempo de compras. Por mí no había problema pues yo estaba a gusto descansando con unas cervecitas bien heladas.

Las horas se fueron volando, sinceramente no me preocupé por Alejandra pues la conozco y sé que se puede entretener mil horas cuando se trata de comprar, sin embargo noté que había empezado a bajar el flujo de personas, como que algunos puestos ya se preparaban a cerrar, de pronto algunos puestos cerraron. Unos minutos más tarde veo como a unos veinte metros que viene caminando Alejandra con la cara desencajada, en eso se acercó y cuando estuvo cerca de mi empezó a llorar con mucho sentimiento, nunca olvidaré su carita haciendo pucheros. Entre sollozos me contó que se había perdido en el mercado y que se quedó sin batería su celular por lo que tuvo que salir a una calle principal y recorrer el mercado por fuera hasta que encontró la entrada por donde habíamos llegado, mientras caminaba veía como cerraban algunos locales lo que la hizo pensar mil cosas terribles, sobre todo que sin celular en una tierra tan desconocida no sería fácil dar conmigo.

Una vez pasado el susto entramos juntos a un pasillo del mercado donde encontramos las nalgas de elefante que tanto había buscado, por fin lo compramos, cerramos el ciclo de compras y nos despedimos del mercado.

Volvimos en uber al aeropuerto de vuelos domésticos pues estaba relativamente cerca, de ahí tomamos un autobús gratuito que nos llevó al aeropuerto internacional de Bangkok. Recuerdo que el trayecto se nos hizo eterno pues atravesamos toda la ciudad, para esto ya era de noche, los rascacielos cubrían el paisaje. Le decíamos adiós a una ciudad que nos sorprendió a lo grande, una ciudad sumamente moderna, caótica, pero rica en cultura y tradiciones. Bangkok nunca te olvidaremos, por un momento nos sentimos parte de ti y de una forma u otra, una parte de nosotros se quedó ahí.

Lunes 24 de abril.

Sin problemas documentamos el equipaje en el aeropuerto, esperamos un momento e iniciamos el abordaje al avión, nuestra siguiente parada era Pekín, China. Dónde estaríamos ocho horas y luego volaríamos a Los Ángeles.

            Al llegar a China esta vez no nos sentimos incomodos pues era la segunda vez en menos de quince días que estábamos en ese aeropuerto. En nuestra espera al siguiente vuelo teníamos pensado salir a conocer la Gran Muralla ya que se encuentra a dos horas del aeropuerto, nosotros habíamos leído que con cuatro horas era suficiente para ir a la muralla y volver al aeropuerto sin ningún problema. Cuando nos dimos cuenta que todo el viaje de vuelta iba acorde al itinerario nos emocionamos porque en ese momento nos dimos cuenta que si sería posible visitar la muralla ya que sin atrasos de vuelos no habría problemas y tendríamos ocho horas para hacer lo que quisiéramos. Es aquí donde viene el momento más difícil de nuestro viaje y quisiera empezar contando que todo fue culpa mía, al decidir que hiciéramos fila en una línea que no era la correcta.

Al descender del avión los letreros te conducen a inmigración, es ahí donde te sellan el pasaporte con una visa con veinticuatro horas de vigencia, solo te piden el pase de abordar del siguiente vuelo y sin problemas sales del aeropuerto. Entonces llegamos a ese lugar, pero vimos que había otra parte donde había menos fila, el letrero decía que era para las personas que tenían conexión en menos de veinticuatro horas lo cual era nuestro caso. Ahí fue donde tomé la decisión más estúpida del viaje y se me ocurrió hacerle caso al letrero. ¿Por qué digo que fue una decisión estúpida?, porque ya habíamos leído que teníamos que salir por inmigración como la vez anterior que habíamos estado ahí, pero esta vez no lo hicimos. Lo que pasó es que nos pasaron directamente a la sala de espera para las salidas de vuelos. Una vez estando ahí no hay poder humano que te deje salir del aeropuerto.

Intentamos salir de varias formas, incluso se lo rogamos a un oficial chino que nos trajo a su jefe solo para decirnos de la forma más tajante que no, que era imposible dejarnos salir, por más que le explicamos nuestra situación de lunamieleros, que faltaba mucho para nuestro vuelo y que soñábamos con conocer la gran muralla, todo fue en vano pues no aceptó.

Alejandra se molestó mucho conmigo y con justa razón, yo estaba molesto conmigo mismo, no podía creer lo tonto que había sido, después de tantos aciertos que había tenido durante todo el viaje fallé en una parte muy sensible que nos dejó sin la oportunidad de conocer la gran muralla. En mi mente solo pensaba que iba a estar muy difícil tener otra oportunidad como esa. Después de un rato nos resignamos a simplemente esperar el vuelo, comimos un poco porque hasta el apetito se nos quitó, dormimos un rato en las bancas hasta que fue hora de abordar el avión.

Por la diferencia horaria salimos a las tres de la tarde de Pekín y llegamos a medio día del mismo día a Los Ángeles, a pesar de que el vuelo duró trece horas. En L.A. nos sentíamos prácticamente en casa pues ya estábamos de este lado del Océano Pacífico. Volvimos a comer en el mismo Carl’s jr que comimos cuando empezábamos esta aventura.

Tomamos el último vuelo de nuestra luna de miel el día 24 de abril de 2017 a las seis de la tarde, el vuelo duró dos horas y media. Llegamos a Tucson, recogimos nuestras maletas y el carro. Menos de una hora después estábamos en nuestra tierra, como se dice coloquialmente de vuelta a la realidad.

Nuestra luna de miel fue más que un viaje, fue más que un paseo, sin duda fue algo más. De cierta forma el hacer un viaje así de complicado nos cambió algo por dentro, ha hecho que cambiemos la perspectiva de las distancias y de los límites, no solo en el sentido geográfico sino también en un sentido mucho más espiritual. Viajar tanto tiempo nos unió de una forma indescriptible pues los dos nos necesitábamos siempre, fuera de mañana, de tarde o de noche, sentíamos esa dependencia el uno del otro, al mismo tiempo que cada quien éramos independientes y captábamos a nuestra forma el entorno. Logramos entendernos con solo mirarnos, aprendimos a sentir y a pensar como si ella fuera yo o como si yo fuera ella.

El verdadero viaje fue a nuestro interior, ahí descubrimos que no somos nadie el uno sin el otro, hablo por los dos al decir que el viaje fue una aventura que llevaremos marcada en el alma. Tuvimos momentos muy difíciles que supimos sacar adelante trabajando en equipo, entendimos que poniendo ambos de nuestra parte es como lograríamos que nuestra relación sea firme. Respetando las decisiones de cada quien, entendiendo que en ciertas cosas alguno de los dos sabe más del tema por lo que simplemente tomas por bueno el comentario o la opinión. Entre otras cosas entendimos como matrimonio recién nacido que no siempre se trata de dar el cincuenta y cincuenta, a veces en algún mal día alguien solo puede dar el veinte, es ahí en ese momento donde al otro le toca dar el ochenta para lograr mantener a flote el día.

Hay algo que nos dice que volveremos a Tailandia, sin importar cuando pero volveremos pues no estaremos tranquilos sabiendo que allá hay un lugar maravilloso resguardando más sorpresas para nosotros.


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