Era una tarde como otra más, tomando solo una cerveza para cerrar la rutina que después de tanto tiempo asemeja un ritual. El verano había sido arduo, el sudor marcado en la cara denotaba el esfuerzo agónico para sobrevivir ese día al igual que todos los ahí presentes. De frente a la entrada del bar se extendía una barra iluminada a media luz, que seduce al visitante tal cual la sirena al navegante, ahí estaba yo, compartiendo un trago con mi otro yo, sereno y pensante, sin aparente prisa.
Después de un tiempo noté la presencia de ella a un lado mio, titubeante le pregunté su nombre, a lo que me respondido: "¿que ganas con saber mi nombre? si cada noche tengo uno distinto", "..soló salí a buscar". Es cuando la mente de todo hombre empieza a maquinar, de forma abrupta la interrumpí, preguntando si lo que buscaba era acaso un hombre, ¿era a caso a mi?. Cuando terminé de hacer la pregunta reflexione las palabras, era demasiado tarde ya lo había dicho.
Las siguientes palabras rebotan en mi mente una y otra vez, me dijo con un tono de morbo: "busco algo más, un amante discreto, que se atreva a perderme el respeto, ¿no quieres probar?, vivo justo detrás de la esquina...si me quitas con arte el vestido te invito un champán".
Le solté al barman veinte de propina y me tomé la cerveza de un sorbo. Al llegar al portal de su edificio que en efecto quedaba a un costado del bar, nos sonreímos como dos adolescentes en celo, entramos y tomamos el ascensor. Un piso antes del séptimo cielo se abrieron las puertas, quedó expuesto un departamento lleno de ventanales, como si el sol se esmerara en hacer brillar todo en su interior, todo relucía blanco. Camino a la habitación alcance a ver un cuadro con su foto de boda, de momento no pensé más allá porque ella me llamaba y me decía que me estaba perdiendo su desfile de moda en ropa interior.
En medio del espectáculo me dijo que en su casa no había nada prohibido, sin embargo, me pidió que no me enamorara y que llegando el alba me marchara para nunca volver, a lo que le dije : "es mejor que te calles, no me gusta invertir en quimeras, me han traído hasta aquí tus caderas y no tu corazón". Después para que dar más detalles, ya saben...copas, risas, excesos. Nos dimos tantos besos que no cabrían en ninguna canción.
A la tarde siguiente volví al bar a brindar con su silla vacía, le pedí al barman una cerveza bien fría y entonces sobre mi hombro izquierdo no se si soñé o si era suya la ardiente voz que me decía al oído: "me moría de ganas querido, de verte otra vez".
Ahora componle música y ya tienes una trova
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