PRÓLOGO
Hay momentos tan especiales en la vida que nos dejan marcados para
siempre, como si fueran una marca de nacimiento. Así pues, en este primer
aniversario siento la necesidad de platicar como fue el nacimiento de esto tan
bonito que vivimos y que por lo mismo nos ha dejado recuerdos para toda la
vida.
Durante muchos meses
todos fueron testigos de lo que vivimos a diario planeando y organizando
nuestra boda, nuestros seres queridos estuvieron ahí presentes en ese momento,
se interesaban, nos preguntaban “¿cómo van con la boda?”, cosa que nos
emocionaba, platicamos una y otra vez los planes que teníamos, lo que habíamos
hecho, lo que faltaba, etc. Fueron meses llenos de bendiciones pues en esa
etapa nos llovieron buenas noticias, de una u otra forma notamos el apoyo de
todos los que nos rodeaban y sobre todo del que manda desde arriba, porque dice
un dicho “si quieres que Dios se ría de ti cuéntale tus planes”, pero que
afortunadamente Dios nos ayudó poniendo a las personas correctas en nuestro
camino lo que nos hizo un transitar sencillo y llevadero, logramos realizar
nuestros planes, incluso mejoraron por mucho y así desde ahí con ayuda divina
no hemos dejado de sonreír.
La boda fue sin duda un
evento que muchos disfrutaron, lo cual nos llena de gusto. Escuchar los halagos
siempre son bienvenidos, sin embargo creo que lo mejor de esa noche fue
compartir nuestra felicidad con todos los ahí presentes.
Hasta ese día de la boda
todos fueron testigos de todo, no fue hasta que emprendimos el camino hacia la
luna de miel cuando siento que empezó nuestro matrimonio, fue en ese momento
cuando los dos caímos en cuenta de que éramos marido y mujer, en ese punto de
la historia ya no había más personas a nuestro alrededor, seríamos Alejandra y
Marco acompañándonos, juntos, rodeados de mucha gente, pero realmente ella y yo
para enfrentar al mundo por siempre…la luna de miel fue solo el inicio.
Con el paso del tiempo nos suceden
tantas cosas que los recuerdos se empiezan a esfumar o simplemente a volverse
borrosos e inexactos. A pesar que nuestra luna de miel la traemos profundamente
tatuada en nuestros corazones, quiero dejar en tinta un poco de lo mucho que
vivimos en ese nuestro primer viaje, nuestro nacimiento como esposos, nuestra
luna de miel.
CAPÍTULO I
ATENCIÓN
PASAJEROS
Lunes 10 de abril.
Salimos de Hermosillo a las 2:15 de la tarde con rumbo a
Tucson. El camino estuvo muy tranquilo, poco tráfico y buen clima; Alejandra me
iba platicando de lo que veía en el celular pues apenas empezábamos a tener
tiempo de ver fotos y videos de nuestra boda, me leía los comentarios mientras
yo manejaba, al mismo tiempo íbamos riéndonos de todo lo que pasamos antes,
durante y después de la boda. De pronto nos caía el veinte de que ya estábamos
casados y que íbamos de luna de miel, tanto tiempo esperando este momento y ahí
estábamos en medio de todo aquello que habíamos planeado, por lo cual pasamos
días y noches trabajando, organizando, imaginando, soñando...ya, ya estaba
pasando.
Llegamos a Nogales, tramitamos el permiso y en un parpadeo
estábamos entrando a una tienda entusiasmados por comprar lo que sea que nos
hiciera falta para el viaje; realmente no nos hacía falta nada pero esa era la
excusa perfecta de mí ya esposa Alejandra, así que con mucho gusto entraba a
una y otra tienda. Ahí andábamos con toda la actitud de lunamieleros,
despreocupados, por fin relajados pues lo que seguía era fácil, simplemente
llegar al hotel de Tucson a descansar; bueno eso pensábamos en el transcurso del
día, pero conforme se hacía tarde me empecé a dar cuenta que realmente no
íbamos alcanzar a descansar, en otras palabras casi llegaríamos directo al
aeropuerto a tomar el vuelo.
Salimos tarde de Nogales, no obstante llegamos a cenar una
deliciosa hamburguesa al Jack in the box, entonces si con la barriga llena y
corazón contento nos fuimos contentos a Tucson.
Era casi media noche cuando llegamos al hotel, acomodamos
por última vez las maletas, después de todo alcanzamos a dormimos unas horas,
no sabíamos que ese rato que dormimos sería la última vez que dormiríamos en
una cama durante muchas, muchas horas más.
Martes 11 de abril.
Salimos del hotel a las 3:30 de la madrugada para ir a
dejar el carro al estacionamiento, dejamos el carro, nos subimos a un
camioncito que nos llevó al aeropuerto; entramos al aeropuerto para darnos
cuenta que la salida del vuelo era una hora más tarde de lo que decía en la
reservación, además por ser vuelo doméstico podíamos haber llegado una hora
antes del vuelo y no dos como habíamos entendido nosotros, o sea que podíamos
haber llegado a las 5:50 al aeropuerto pero ahí estábamos a las 3:50 con apenas
unas horas de sueño, no sabíamos si llorar o reír.
Al momento de documentar las maletas y pedir el pase de
abordar hubo un mal entendido con la reservación de los vuelos; por poco nos
infartamos pues la señora del mostrador nos dijo que no aparecían nuestros
vuelos por ningún lado, a Alejandra se le desencajó la cara, yo traté de
guardar la compostura e insistí con la señora, dándole cuanto papel traía en la
mano con números de reservaciones, folios, números de vuelos, etc. Después de
un rato incomodo en el que la señora estuvo al teléfono, nos dijo que ya se
había resuelto el problema, nos dio nuestros pases de abordar y como dato extra
nos dijo que no volveríamos a ver las maletas hasta Bangkok, lo cual era de lo
más conveniente y cómodo para nosotros.
Por fin cuando tomamos el avión, nos tocaron asientos
separados, fue muy extraño empezar de esa manera, pero no hubo más remedio. A
fin de cuentas era un vuelo relativamente corto, alrededor de dos horas, así
que realmente no nos mortificamos ni nada.
Llegamos a Los Ángeles a las nueve de la mañana con la
noticia de que la conexión que originalmente era a las 2:20 de la tarde la
habían cambiado hasta las seis, por lo que en ese momento supimos que íbamos a
perder el vuelo de conexión en Pekín. Nosotros sabíamos que era muy probable
que algo así sucediera por lo que intentamos tomarlo con calma.
Ya resignados, desayunamos como campeones en un Carl’s Jr,
luego agarramos camino por el aeropuerto en busca de nuestra puerta de salida
(gate 159). Para esto en nuestra novatez nosotros buscábamos el mostrador de
Air China para que nos resolvieran todas las dudas que teníamos: para empezar
nuestros pases de abordar, saber de nuestras maletas porque aunque en Tucson
nos dijeron que ya no las veríamos hasta Bangkok, realmente no sabíamos cómo
iba a funcionar con todo este atraso.
Caminamos, caminamos y caminamos por el aeropuerto, eso sí,
nosotros íbamos siguiendo los letreros que nos decían dónde estaba nuestra
puerta de abordaje. Sinceramente fueron unas horas muy estresantes e incomodas
por no tener a nadie que nos diera una respuesta a nuestras dudas. Resulta que
en la parte donde andábamos no hay un mostrador de Air China sino que hay que
esperar en la puerta de salida hasta la hora del abordaje para que llegue el
personal de la aerolínea y ahora si ahí te atiendan.
A fin de cuentas nos dieron nuestros pases de abordar, una
compensación económica por las molestias causadas y una hoja para nuestra noche
de hotel en Pekín…China ahí te vamos!. Pero unos minutos antes de subir al
avión con tal de no perder la compensación económica que nos dieron la
cambiamos por unas pizzas que nos devoramos como si no hubiéramos comido en
días, cuando realmente teníamos unas horas de haber comido hamburguesas.
CAPÍTULO II
AL OTRO LADO
DEL MUNDO
Miércoles 12 de abril.
Después de catorce horas de vuelo, más catorce horas de
diferencia de horario por fin llegamos a Pekín, China. Al principio fue un poco
confuso lo que teníamos que hacer, pero aplicamos la de "chango ve, chango
hace", ahí medio hicimos equipo con una pareja de recién casados que
casualmente eran de Navojoa y Obregón, también con una pareja que no terminamos
de entender que eran, si tailandeses que vivían en estados unidos o quien sabe,
pero esa muchacha andaba muy activa averiguando por el hotel de esa noche y el
equipaje, así que ahí andábamos nosotros también.
El aeropuerto está muy fresón, a otro nivel!, sin embargo
el personal chino nos dejó con un mal sabor de boca pues el trato fue pésimo.
Nos sacaron al estacionamiento a todo el grupo que perdimos el vuelo, ahí nos tuvieron
un rato esperando un autobús que nos llevaría al hotel proporcionado por la aerolínea.
Afuera estaba haciendo mucho frío, fue ahí donde vimos toda esa polución
flotando en el aire, la verdad si impresiona. Sea como sea llegamos al hotel
donde nos dormimos con hambre porque no había nada para cenar, era media
noche, el restaurante estaba cerrado y el servicio al cuarto ya no funcionaba.
Cabe señalar que el equipaje no se fue hasta Bangkok, lo
tuvimos que recoger en el aeropuerto cuando íbamos de salida, todas las maletas
de ese vuelo estaban acomodadas dentro de un cuadrito de pintura que para ser
sinceros en México ya se las hubieran robado.
Jueves 13 de abril.
La verdad es que no batallamos para dormir, a pesar de que
la cama no estaba nada cómoda. Nos levantamos con la energía renovada y con
mucha hambre también, por lo que bajamos temprano al restaurante del
hotel a ver que había de desayuno y oh sorpresa! El restaurante olía pésimo, en
realidad era bufet totalmente asiático, así que mejor nos apuntamos en el
primer camión que salía al aeropuerto para poder desayunar algo más comercial y
además para que nos dieran nuestro pase de abordar, que no queriendo la cosa
nos traía un poco preocupados.
Ya más tranquilos con el pase de abordar y desayunados
gracias a un Burger King, nos pusimos a pasear por el aeropuerto, ésta es una
experiencia que guardo con mucho cariño en mi mente pues no es cualquier
cosa, todo nos llamaba la atención: la gente con sus diferentes idiomas, el
edificio en sí, las tiendas de todo tipo de recuerdos, etc.
Se llegó el momento de pasar por enésima vez por seguridad
(situación que se repetiría muchas veces más), abordamos el avión y ahora sí Tailandia
ya casi llegamos!.
Ese mismo día llegamos a Bangkok, después de otras cinco
horas de vuelo, arribamos un poco antes de medianoche, estábamos del otro lado
del mundo en una ciudad para nosotros totalmente desconocida y con un idioma
que no se entiende ni escrito. Antes de salir del aeropuerto compramos un chip
para el celular de Alejandra, con ese chip tendríamos internet durante toda la
luna de miel, no recuerdo cuanto nos costó pero si recuerdo que estaba muy
barato para todo lo que incluía. También aprovechamos para cambiar dólares a la
moneda local que es el baht, como tip aprendimos que en algunas casas de cambio
cobran comisión por transacción, además que el tipo de cambio varía según el
valor del billete, mientras más grande el valor del billete es mejor el tipo de
cambio.
Centro de Bangkok - Traslado en taxi |
Nos registramos y nos fuimos a descansar a la habitación, a
bañarnos y a ponernos de acuerdo de lo que haríamos al día siguiente. Por
fin estábamos en la habitación del hotel en Bangkok, la aventura apenas estaba
por iniciar.
CAPÍTULO III
BANGKOK
Viernes 14 de abril.
Llegamos a Tailandia justo en sus festejos de año nuevo
mejor conocido como Songkran que se
celebran los días 13, 14 y 15 de abril. Salimos del hotel, con una sensación
entre emoción y nerviosismo, el clima era cálido y húmedo, aunque estábamos
bien informados de cómo sería el clima la verdad es que si se siente bastante
sofocante. Nuestra primera parada fue en un 7-Eleven que después con el tiempo
fue nuestro sitio más visitado pues quedaba justo en la esquina del callejón
que daba a nuestro hotel, por lo que era un punto obligado por el que teníamos
que pasar.
Buda reclinado |
Caminamos un rato por las calles, vimos como andaba la
gente con pistolas de agua, en shorts y chanclas, así festejan el año nuevo
mojándose como antes se hacía en el día de San Juan. Entramos a un centro
comercial muy lujoso nada más a refrescarnos y descansar un poco, realmente
teníamos mucho calor.
Decidimos tomar el metro para ir a Chatuchak que presume
ser el mercado más grande del mundo y aprovechar ya que solo abre los fines de
semana. Ahí estábamos como neandertales descifrando las instrucciones de cómo
pagar el ticket y queriendo entender a que terminal íbamos, pero la verdad
estaba muy fácil de usar y barato así que realmente no batallamos tanto, aunque
siempre con ese nerviosismo de "¿no la andaremos regando?". Fue una
experiencia bastante peculiar, pues estas en contacto con cientos de personas
que ni de broma hablan nuestro idioma y a pesar de que uno cree que entiende cómo
moverse y llegar de un lado a otro, también es bueno de vez en cuando
preguntarle a alguien si andas bien por el rumbo, pero ni eso podíamos saber.
El metro no llega hasta el mercado, nos bajamos en la
última estación y caminamos unas cuadras hasta llegar a una de las tantas
entradas del mercado, por cierto al cruzar esa última calle ya para llegar fue
donde sentí el corto circuito de que los carros circulan al revés de lo normal,
por lo mismo me sentí un poco inseguro de cruzar la calle. Cual va siendo
nuestra sorpresa de que el mercado ya estaba cerrando pues era tarde, no
alcanzamos a ver mucho, lo que si alcanzamos fue a "oler mucho"...nos
llegaba un olor penetrante que no era otra cosa mas que comida callejera.
En ese momento no lo pensamos dos veces y pedimos uber para
irnos al hotel a descansar un poco porque ya teníamos planes para la noche.
Era muy tarde cuando pedimos uber en el hotel que nos llevó
hasta Khao San Road, ésta es una calle famosa por su vida nocturna, sobre todo
para mochileros. Para ese momento estábamos cien por ciento convencidos de que
a pesar de andar distancias largas y tardadas uber resultaba ser muy económico.
En esa calle a la que llegamos no cabía ni un alfiler, todo era
música y agua, gente mojándose por el festejo del songkran. Al
principio caminábamos como con miedo de ser mojados, después de un rato ya
teníamos una cerveza en la mano y teníamos un curon viendo a la gente,
desde como bailaban, como pasaban las ladyboy, escuchando la música que estaba
de moda allá, etc. terminamos empapados. Le pedimos a un grupito de jovencitos
que nos tomaran una foto para inmortalizar el momento, y además Alejandra los puso
a gritar ¡Viva México, cabrones! de verdad fue un momento muy cómico.
Se terminó la fiesta, caminamos un poco para salir a una
calle con menos tráfico ahí pedimos un uber. Los choferes ya se la saben y
traen los asientos cubiertos con hule porque todos los que andábamos en esa
calle salimos empapados. Volvimos al hotel a dormir súper cansados, pero antes
llegamos al 7 eleven por unas donas, lechita y soda porque Alejandra no había
cenado nada.
Sábado 15 de abril.
Después de haber dormido como reyes, nos levantamos
decididos a volver al mercado Chatuchak, pero primero bajamos al restaurante a
desayunar. Nuevamente pedimos uber y listo en unos minutos ya estábamos en el
mercado más grande de Tailandia comprando recuerditos. Yo todo lo que quería
era una camiseta de cada ciudad que visitáramos, así que fue lo primero que
busqué, ya una vez que me compré 2 o 3 camisetas me puse a ver más cosas. Para
este momento Alejandra ya se animaba a hacer sus primeras regateadas, unas
horas después ya se chamaqueaba a todos los puestecitos.
Aprendimos
que si realmente es necesario regatear los precios pues de entrada te los
ofrecen con precios muy altos. Cada vez que recordamos la primera vez que
regateamos todavía nos da mucha risa pues logramos bajar el precio de un
abanico de tela que costaba doscientos bahts a tan solo ciento treinta, fue
emocionante estar en el estira y afloje del precio, al final nos fuimos de ese
puesto con un sonrisón solo para darnos cuenta que unos puestos más adelante
esos mismos abanicos los vendían a tres por cien baht, en otras palabras nos
bailaron sabroso.
Si bien hacía mucho calor, caminando entre los pasillos
angostos y con tanta gente era un poco sofocante pero la verdad tampoco para
volverse locos. De todos modos hicimos una pausa en un puestecito para comprar
agua y una cervecita que no estaba de más. Alejandra lucía radiante ese día, más
de lo normal. Me encantaba ver su cara enseñándome cada cosita que veía, verla
caminar y caminar sin cansarse me daba un poco de energía a mí también.
Ahí en el mercado compre una nieve de coco riquísima de
esas que habíamos visto en videos de cosas que debes comer en Tailandia. Un
poco antes de irnos, dimos con una parte que vendían arte y muebles para
decoración, nos quedamos enamorados con tantas cosas que hasta llegamos a
pensar en quedarnos a vivir en Bangkok y adornar nuestra casa con todo lo que
veíamos.
Pero bueno, teníamos un itinerario que seguir así que nos
fuimos a otro mercado que habíamos investigado, el mercado nocturno Patpong.
Llegamos temprano al mercado, apenas se estaban instalando los vendedores,
aunque realmente en lo único que pensábamos era en comer algo porque
moríamos de hambre. Después de caminar un rato esquivando peleas con pistolas de
agua, corriendo de los cubetazos y las mangueras, por fin dimos con un
restaurante que se veía bonito, así que entramos, ordenamos pizza y pasta que
era prácticamente lo único que comía Alejandrita de mi corazón. Cual va
siendo nuestra sorpresa que la comida estaba deliciosa, así a otro nivel sin
exagerar.
Ya con las energías renovadas, nos fuimos de compras (de
nuevo). La mochila ya pesaba muchísimo, además cargaba con mil bolsas, pero no
podíamos detenernos. Mientras ella veía a detalle cada cosa yo me iba fijando
en las cosas que ni al caso como me dice ella. Este mercado no nos llenó por
completo, ni los precios ni los productos eran de lo mejor, pero igual nos
pegamos un paseadon por todas las calles y puestos, mezclados entre la gente
que nos confundían con chinos, ahí andábamos los loquitos escuchando idiomas
que ni de broma entendíamos.
Una vez más era de noche cuando nos regresamos al hotel,
para ese momento ya pedíamos uber como jefes, sin miedo a nada. La mochila sí que
pesaba mucho, así que yo todo lo que quería era llegar al cuarto. Llegamos al
hotel, descansamos, y nos fuimos a un mercado nocturno relativamente nuevo que
se llama Asiatique, nos sorprendió lo bonito del lugar, muy adornado con
lucecitas, puestos bien establecidos, limpios y los precios muy accesibles.
Para llegar fue un show porque el tráfico estaba de lo peor, con trabajo y
avanzaba el carro, pero ya estando ahí todo fue disfrutar de una noche muy
agradable a la orilla del río, comprando y cenando unos súper grasosos rollitos
primavera.
Al tomar uber de vuelta al hotel el tráfico era
impresionante, pero más impresionante las maniobras de la muchacha para poder
tomar la parte menos congestionada de la calle. Llegamos cansados al hotel,
derechito a acomodar todo en las maletas porque esa era nuestra última noche en
Bangkok y teníamos que volar temprano al día siguiente.
CAPÍTULO IV
PHUKET
Domingo 16 de abril.
Esto ya parece un comercial de uber, pero pues para no
variar nos fuimos con todas las maletas al aeropuerto Don Mueang, este
aeropuerto era otro diferente al que habíamos llegado anteriormente, después de
pasearnos un rato encontramos donde poder dejar una de las maletas para no
andar cargando en vano. Lo siguiente fue documentar y esperar el vuelo. En la
revisión de seguridad me quitaron el bloqueador solar que por error dejé en la
mochila, estaba casi nuevecito y Alejandra casi me mata, no quedó de otra que
reírnos de mí.
Cosa curiosa, estaba sentado en medio de puro chino, sin
entender nada, cuando vi el avión en el que volaríamos y recuerdo haber pensado
"¿qué rayos estamos haciendo por acá?".
Volamos a una isla al sur de Tailandia, se llama Phuket, en
esta isla hay muchas playas recomendadas, nosotros escogimos pasar una primera
noche en Patong Beach.
Después de 40 minutos de vuelo llegamos a nuestro destino,
contratamos un transporte que reparte a los turistas en sus hoteles en las
distintas playas de Phuket. Todo es demasiado sencillo en las zonas turísticas,
tanto así que siempre hay una pequeña desconfianza de no saber si nos
entendieron en lo que queremos, para la gente que nos atiende supongo que es
rutina diaria lidiar con turistas, así que ellos hacen todo muy rápido y uno se
queda con la cara de "¿si me habrá entendido?", pero sí, siempre nos
fue bien con lo que sea que contratamos.
El viaje del aeropuerto al hotel es algo largo, íbamos con
una sensación de "por favor ya quiero llegar" pero también de
"mira eso y mira aquello" pues pasamos por varios pueblitos que por más
sencillos que eran tenían algún detalle que nos llamaba la atención.
A pesar de que a uno no le queda de otra más que confiar en
que realmente te entendieron y que si saben dónde está tu hotel, de todos modos
yo iba viendo el camino en google maps, lo cual nos daba algo de tranquilidad.
Al llegar al hotel Sleep
with me, nos recibieron con una bebida sabor ponche y unas toallas frescas,
nos instalamos en la habitación, muy bonita y muy moderna. Inmediatamente
después salimos a la calle. El hotel estaba ubicado en la calle principal y a
una cuadra de la calle donde se hace la vida nocturna, llena de bares,
restaurantes y tiendas.
Pasamos una tarde muy reconfortante en Patong, viendo todo
el lugar, caminando, escuchando música, tomando unas cervecitas chang. Vimos el
atardecer en la playa con esa sensación de estar lejos de casa. Cenamos en un
restaurantito que después de verlo 3 veces nos animamos a entrar a ese, pues
había mucha variedad de restaurantes. La cena estuvo deliciosa, camarones y
rollitos primavera. A estas alturas del viaje ya ordenábamos entre señas y un
mal inglés, pero como si nada.
Para esto entre comidas yo siempre comía una o dos
brochetas de lo que viera en la calle, ya sea de puerco, pollo, camarón o
disque res. Alejandra era quien en verdad se las vio negras con la comida,
nunca la pude convencer de probar por más que le juraba que estaban buenas las
brochetas.
Lunes 17 de abril.
Un día antes habíamos contratado un servicio de transporte
en el que una van pasaría por nosotros para llevarnos hasta al muelle Rassada en la ciudad de Phuket, y así
fue, llegó puntualmente por nosotros, nos subimos y nos fuimos a la aventura
pues nuestro siguiente destino eran las islas
Phi Phi.
Ambos
íbamos ansiosos por llegar, este era uno de los destinos más promocionados en
el turismo de Tailandia. Habíamos visto mil videos de personas que te dicen
cómo se llega a las islas, pero ver y hacer son cosas muy diferentes pues al
momento de subirte a la van realmente no sabes si todo va a salir como uno lo
trae programada, la misma sensación de que te pueden estafar o que tienes que
dar más dinero por una cosa o por otra, pero no eso nunca sucedió.
Llegamos
al muelle, inmediatamente nos guiaron a un escritorio, nos dieron otros boletos
y nos acompañaron al bote. El bote era bastante grande con 3 niveles
refrigerados y la azotea abierta, tomamos nuestros asientos que aprovechamos
para descansar a nuestras anchas. A estas alturas del viaje como que
empezábamos a sentir el cansancio de tantas desveladas y tantas caminatas, ni
se diga de las deshidratadas que nos dimos con el calor que hacía.
Después de
un viaje de dos horas llegamos al muelle de la isla donde cobran 30 baht por
persona para poder entrar a la ciudad, claro que después de tremendo viaje no
te vas a quejar por pagar esa cuota. Desde que bajas y avanzas al pueblito se
ve el hermoso color de la playa, un color turquesa brillante, los botes típicos
del lugar, y sobre todo se siente el tumulto de personas entrando y saliendo de
la isla.
La isla es
muy pequeña, a unos metros estaba el hotel que reservamos, de inmediato
guardamos nuestras cosas y salimos a comer pizza, que era nuestra comida de
cabecera pues como lo he mencionado Alejandra no soportaba el olor de la comida
local, lo cual para mí era una verdadera lástima ver que se estaba perdiendo de
comidas muy sabrosas que me tocaba comer solo.
En menos
de lo que canta un gallo estábamos caminando por la playa, nos metimos a
bañarnos un rato y después a acostarnos debajo de unos árboles, simplemente a
descansar. Estando ahí reposando, no dejaba de pensar en que estábamos del otro
lado del mundo, en la isla de la que tantos mochileros y viajeros hablan en sus
blogs, ahí en ese lugar…ahí estábamos nosotros. Eso se siente muy bien.
Regresamos
a la habitación a alistarnos para salir a cenar, encontramos un restaurante al
aire libre a la orilla de la playa con una decoración sencilla de manteles
rojos y luces por todos lados, de verdad que un lugar muy cómodo y agradable a
la vista. Esa noche ordenamos camarones en todas sus presentaciones hasta
llenar la mesa, comimos como reyes casi hasta reventar. Una vez cenados fuimos
en busca de la vida nocturna, caminamos a otra playa en donde nos encontramos
con un antro con show de fuego y otro de limbo, las mujeres que pasaran el palo
del limbo sin blusa se ganaba una cubeta. Allá lo típico es servir unas mini
cubetas con diferentes tipos de alcoholes, es como para emborracharte rápido,
sinceramente no lo quise probar por que no era mi intención andar dando lástima
en la luna de miel.
De pronto
empezó a llover muy pero muy fuerte, nos tuvimos que refugiar en el antro y
pues ni modo, tuvimos que empezar a consumir bebidas. Aprovechamos para bailar
un poco, además de reírnos de la gente que estaba ahí. Después de un rato se
acabó la lluvia y aprovechamos para seguir caminando por la isla, nos topamos
con otros shows de música y fuego muy entretenidos, nada más que yo andaba preguntando
por un lugar que había visto en youtube donde hay un ring de muay thai. Más tarde dimos con el lugar
con tan buena suerte que un par de muchachos se subieron a pelear por una
cubeta, me divertí muchísimo al verlos ahí arriba del ring, incluso Alejandra
que no le gustan las peleas se quedó impresionada de ver que realmente eran
unos muchachos borrachos que estaban a un lado de nosotros los que se subieron
a pegarse. Salimos de ese lugar y nos fuimos a dormir, al día siguiente
teníamos que madrugar para seguir turisteando.
Martes 18 de abril.
A las 6:30 de la mañana estábamos
en el lugar donde nos habían citado para tomar un bote e ir a recorrer varias
islas, la primera la que fuimos es a la
isla Maya Bay famosa por haberse grabado ahí la película La Playa de Leonardo
DiCaprio. Viajamos en un bote rápido con un personal muy amable, éramos en
total unas diez personas, entre ellos solo otra pareja hablaba español. La isla
parecía sacada de la imaginación de alguien, es uno de los lugares más bonitos
que he tenido oportunidad de ver, el color turquesa del agua, limpia y
cristalina, el verde de las montañas con sus figuras robustas y accidentadas,
en medio de todo aquello una arena fina, casi blanca, realmente una maravilla
ver, sentir y respirar ese lugar.
Maya
Bay es una isla pequeña por lo que con dos horas de estar ahí nos dimos por
bien servidos, volvimos al bote para ir a la siguiente isla. Seguía Monkey
Island, en el trayecto fuimos viendo paisajes sublimes, a donde volteáramos
parecía postal.
En
ésta isla estuvimos poco tiempo, tal vez unos 40 minutos, tiempo suficiente
para ver, alimentar y fotografiar monos. Alejandra se acercó a un mono que
parecía lastimado, le daba galletas pero el mono no le hacía caso, en una de
esas el mono se bajó del árbol y se abalanzó sobre las galletas que traía en la
mano Alejandra, ahorita nos reímos pero en ese momento ella pego el grito en el
cielo porque si se asustó mucho.
El
bote se detuvo a un lado de un cerro, nos dieron el equipo necesario para nadar
y sumergirnos a ver los peces y algunos corales. Recuerdo que el agua estaba a
una temperatura perfecta y de un color entre verde perfecto y transparente. Sin
duda alguna que esta actividad la disfruté mucho, en verdad todo me sorprendía.
Mi esposa en esta ocasión no se animó a meterse al gua y se quedó arriba del
bote tomando fotos.
Salimos
de ahí y nos metimos en unas cañadas preciosas donde una vez más se detuvo el
bote, ahí si mi esposa hermosa se animó a echarse un chapuzón en el agua que de
igual manera estaba riquísima. Estos fueron unos momentos muy relajantes pero
sobre todo muy merecidos porque a decir verdad a estas alturas del viaje ya
empezábamos a sentir el cansancio de las desveladas y las largas caminatas.
Volvimos a la isla Phi Phi a eso
de medio día, había llegado del momento de dejar atrás aquel lugar tan
increíble, recogimos nuestras maletas del hotel y nos subimos al barco. Nuestro
siguiente destino era una playa en la isla de Phuket.
El viaje fue algo largo, aquí lo
interesante fue viajar por las carreteras, conociendo y disfrutando del
momento. En este trayecto fue donde por primera vez vimos elefantes en el
camino. Según habíamos leído los elefantes viven en la parte norte de
Tailandia, por lo que nos sorprendimos bastante al verlos cuando casi
llegábamos a Kamala Beach.
Miércoles 19 de abril.
Kamala beach es una playa para descansar, si lo que quieres
es vida nocturna puedes tomar un taxi ahí mismo en el hotel, el taxi te lleva
Patong Beach que está a 15 minutos de distancia. Como ya lo he mencionado el
transporte es sumamente económico incluso dentro de las instalaciones del
hotel.
Este día
nos lo tomamos por completo para descansar en la habitación, y ya que ahí mismo
teníamos alberca y playa solo para nosotros pues no era necesario salir a
ninguna parte. La cerveza del mini bar de la habitación estaba a precio normal
de la calle por lo que lo vaciamos mientras flotábamos en la alberquita
exclusiva con agua fresca que para esa zona calurosa era muy agradable tener
sombra y agua fresca. Cuando nos enfadábamos del agua dábamos dos pasos a la
habitación que tenía dos ventanales de piso a techo desde donde se veía la
playa que teníamos a unos escasos 20 metros.
En la
noche fuimos al restaurante del hotel, esa noche habría cena italiana.
Alejandra en este viaje solo quiso comer pizza y pasta, por lo que la cena
italiana nos sonó muy atractiva, y efectivamente ahí cenamos y probamos de todo
tipo de platillos en una mesa con velas, restaurante a media luz y el obligado
mantel cuadriculado rojo y blanco.
Sin duda alguna de todos los hoteles en los que estuvimos,
éste fue el más bonito y el que más tiempo disfrutamos, pero por mucho.
CAPÍTULO V
CHIANG MAI
Jueves 20 de abril.
Nos levantamos temprano y una vez más tomamos nuestras
maletas, caminamos al lobby y pedimos un taxi hacia el aeropuerto. El trayecto
fue corto, documentamos, esperamos un poco mientras nos comíamos unas donas, de
pronto en menos de dos horas íbamos llegando a Chiang Mai, una ciudad que nos
dejó impresionados por muchos motivos, el primero de todos es por su belleza,
tienen una forma sencilla de adornar con luces las calles, los puestos, las
casas, etc. Esa forma sencilla le da el toque de ciudad tranquila y a la vez te
sientes mucho más seguro de lo normal.
Dicho sea de paso durante todo nuestro viaje nunca nos sentimos amenazados ni
con miedo de nada. Habíamos leído que en Tailandia hay muy pocos asaltos y
robos, cosa que al parecer es cierta.
El hotel era pequeño, las personas que atendían en la
recepción también vivían ahí en el primer piso. La única queja del hotel es que
no había elevadores así que teníamos que subir tres pisos por los escalones,
cosa que parece algo fácil pero las piernas ya las teníamos muy cansadas de
tanto caminar. Fuera de ese detalle con el hotel, lo demás era excelente,
estaba ubicado justo a un lado de las oficinas de Elephant Nature Park que era nuestro principal motivo por el cual
estábamos en esa ciudad pues habíamos comprado un paquete con esa empresa para
cuidar un elefante por un día.
Inmediatamente nos instalamos en la habitación y pedimos un
uber para ir a comer unas hamburguesas que estaban recomendadas en el canal de
youtube de Alan por el mundo, de quien no nos perdíamos sus videos con consejos
de Tailandia. En ese recorrido del hotel al restaurante es donde notamos que
esa ciudad no era como las otras que habíamos visto, por así decirlo la
sentimos más occidental y moderna. La hamburguesa en verdad que si estaba buena,
bien servida pero medio cara si la comparo con los precios de las comidas
locales. Sea como sea si volvería a comer ahí con mucho gusto.
Empezaba a atardecer cuando terminamos de comer, ahí vimos el
google maps y decidimos ir a pie a un mercado nocturno que teníamos en el
itinerario. Caminamos unas cinco cuadras con negocios y restaurantes muy
bonitos por todos lados hasta que llegamos a un tipo de plaza pública, ahí
estaba lleno de puestos de ropa, accesorios, adornos, comidas, etc. Todo
rodeado de árboles muy grandes y todo adornado con luces. El mercado nocturno se
encuentra a un costado del Maya Mall,
que es el centro comercial de moda, con la diferencia de que el maya mall tiene
puras tiendas con marcas caras.
Después de pasar una tarde sumamente agradable, con el
clima notablemente menos caluroso que en otras partes, nos regresamos al hotel
a descansar pues al día siguiente teníamos que levantarnos muy temprano para ir
al santuario de elefantes.
CAPÍTULO VI
ELEPHANT
NATURE PARK
Viernes 21 de abril.
Nos levantamos muy temprano a repasar lo que llevábamos en
la mochila para que no nos hiciera falta nada en la excursión pues era estar
fuera todo el día. Me adelanté y fui a la oficina yo solo a las siete en punto
para registrarme, ésta fue de las pocas veces que me movía solo por aquellos
rumbos, a pesar de que nada más caminé una cuadra la sensación es otra,
prefiero mil veces caminar acompañado por Alejandra. Llegué a la oficina
primero que los empleados, esperé unos minutos y listo estábamos apuntados en
la camioneta en la que nos iríamos al santuario. Ahí me tocó ver como los
trabajadores llegaban a desayunar a unas carretitas en la calle que vendía
noodles, comían rapidísimo y salían corriendo cada uno a sus trabajos, era algo
como en Hermosillo desayunando tacos de cabeza, tan lejos y el comportamiento
humano a fin de cuentas era el mismo. Unos minutos después ya estábamos los dos
junto con otras veinte personas esperando el momento para subirnos al auto, en
eso se acerca un muchacho, dijo nuestros nombres y que lo siguiéramos, también
nos dijo su nombre el cual no entendimos para nada, lo bueno es que él sabía
que no podríamos pronunciarlo así que nos pidió que simplemente le dijéramos
Sunshine pues su nombre sonaba similar, él sería nuestro guía durante todo el
día. En el grupo éramos siete personas, una pareja de franceses, una pareja
dónde la muchacha era de la ciudad de México y el muchacho era colombiano, una
irlandesa, Alejandra y yo.
Fue un viaje tranquilo, en la camioneta nos mostraron
videos de cómo son maltratados los elefantes en Tailandia, videos sumamente
estremecedores. La intención de Elephant Nature Park es rescatar a los
elefantes maltratados en Tailandia y sus al rededores. Existe una cultura muy
arraigada de siglos, hasta milenios, en dónde el elefante es explotado para
diversas actividades, en las últimas décadas eran principalmente usados para el
entretenimiento. Incluso en este momento siguen siendo utilizados para dar
masajes a los turistas, hasta dibujan con pincel, pero lo que no vemos es la
forma cruel como los entrenan. Los elefantes son seres muy inteligentes, está
demostrado plenamente que tienen sentimientos, que saben alegrarse,
entristecerse, enojarse, entre otras cosas. Los elefantes son seres muy
orgullosos que tienden a imponer su dominio en la selva, porque se saben
fuertes e inteligentes. Entonces los entrenadores lo primero que hacen para
domarlos es quebrar su orgullo con unos artefactos crueles, como tortura de la
edad media.
El santuario está ubicado en la parte baja de la selva, a
un lado de un río que tiene agua todo el año. La experiencia de estar ahí es
única, es especial a un grado de quererte pellizcar cada cinco minutos para
saber si no es un sueño. Para empezar nos dieron unas camisetas para que el elefante
nos identificara por el color como personas que no le haríamos daño. Lo
alimentamos, caminamos por la selva con él, convivimos en grupo y lo bañamos en
el río. Fue todo un día de tratar de entender cómo vive un elefante, es una
satisfacción interna ser parte de un programa que por lo menos por un día haces
que ese elefante que ha sufrido tanto sea el más chipilón del mundo.
Alejandra estaba cumpliendo su sueño añorado de convivir
con elefantes, ese día Dios me dio la oportunidad de ver en sus ojos un brillo
indescriptible, como llenos de una emoción que va a estar ahí por el resto de
su vida. Uno muchas veces habla de los sueños con mucha ligereza, como si uno
mismo se predispusiera a verlos solo como algo que no vamos a hacer, claro que
mientras más complicado es el sueño pues uno mismo supone que es imposible
realizarlo. Desde que éramos novios le dije a Alejandra que un día iríamos a
Tailandia a conocer elefantes, ambos sabíamos que era algo difícil pero no
imposible…y pues, ahí estábamos, si, en la selva de Tailandia entre elefantes.
Su sueño y el mío hechos uno.
El día llegó a su final, nos despedimos de nuestro chipilón
y fue momento de caminar hacía el campamento. En el trayecto nos topamos con
familias de elefantes que estaban conviviendo entre ellas pero que sin querer
bloqueaban el camino, en esos casos no hay mucho que hacer tan solo esperar a
que se muevan y liberen el paso. No importa, no teníamos prisa, al contrario
aprovechábamos cada instante para tomar fotos, admirarlos incrédulos de su
comportamiento. Después de un rato llegamos al campamento y nos subimos a la
camioneta que nos regresó hasta las puertas del hotel. Llegamos muy cansados
pero con una sonrisa en la cara y en el corazón.
Cenamos en un restaurante que nos encantó a un lado del
hotel, el tiempo que estuvimos ahí en Chiang Mai probamos todo lo del menú.
Después de cenar fuimos a otro mercado nocturno, el night
bazaar, por más cansados que estuviéramos no podíamos dejar pasar la
oportunidad de salir y conocer un poco más de ésta bella ciudad que nos tenía
cautivados. Al principio creímos que éste mercado nocturno no sería tan grande
como el primero que conocimos cuando llegamos, pero nos terminó sorprendiendo
pues eran muchas cuadras llenas de puestos de comida, ropa y lo que sea que se
nos pueda ocurrir. Como ya era costumbre me compraba unas brochetas de lo que
sea, para probar los ricos sabores de la cocina urbana tailandesa, mientras yo
paraba por comida Alejandra se alejaba porque ella no soportaba el olor y le
daban ganas de vomitar, cosa que me incomodaba porque no me dejaba saborear las
comidas, así que terminamos por hacer eso de separarnos unos minutos
simplemente nos poníamos de acuerdo dónde estaríamos.
Era muy tarde cuando volvimos al hotel, con trabajo pudimos
subir los escalones hasta la habitación, no terminábamos de poner la cabeza en
las almohadas cuando ya estábamos dormidos.
Sábado 22 de abril.
Nos levantamos con las pilas recargadas, derechito al
restaurante que estaba ahí a un ladito, desayunamos como reyes, como siempre.
Llevamos nuestra ropa sucia a una lavandería donde nos atendió una señora muy
amable a quien prácticamente solo le dimos la ropa y nos la regresó doblada, no
tuvimos que mover ni un dedo. Mientras esperábamos la ropa aprovechamos para caminar
un poco por el centro de Chiang Mai, hacía algo de calor así que nos
resguardamos un momento en un Starbucks. Una vez recogida la ropa caminamos
hacía el hotel a dejarla en la habitación, en el camino nos dieron un volante
con información de peleas de Muay Thai
esa misma noche, en ese mismo momento lo decidimos y lo agendamos, aunque
Alejandra no le interesan las peleas aceptó acompañarme.
Fuimos a un centro comercial tipo mall que estaba muy
lejos, pero que simplemente lo caminamos pues no había nada que realmente nos
llamara la atención. Volvimos al mercado que habíamos ido un día antes, de
nuevo caminamos hasta mas no poder. Hasta que se dio la hora de volver al hotel
a dejar las compras e irnos a ver la pelea que tanto había esperado, eran
alrededor de las nueve de la noche. Compramos asientos a un lado del ring,
entramos y vamos viendo el lugar, estaba de risa pues era como que lo acababan
de adaptar para las peleas de esa noche, ya después me enteré que ese lugar
tiene muchos años y ha sido el gimnasio de donde han salido peleadores muy
famosos de Tailandia, digo aun así no
les costaría nada darle una manita de gato al lugar. Haciendo el sitio a
un lado, las peleas estuvieron buenísimas, no recuerdo cuantas fueron, tal vez
unas diez peleas de menor a mayor calidad. Mientras veíamos las peleas estábamos
tomando unas deliciosas cervezas Chang, que desde mi punto de vista es lo mejor
que probé en el viaje. En las peleas de muay thai ponen una musicquita de
viento como con gaitas con un sonido que hasta los sueñas. Esa noche fue donde
me dijo Alejandra “oye es nuestra luna de miel, ¿qué tiene de romántico estar
viendo las peleas?” y le dije “¿y qué crees que andar en la selva con elefantes
es muy romántico o qué?”, lo cual le dio risa y pues ni modo cada uno
disfrutando del viaje juntos pero a nuestra manera.
Saliendo de las peleas íbamos caminando hacia el hotel
cuando en eso Alejandra entró a un baño de un bar que estaba de pasada, y pues
para justificar el uso del baño yo pedí una cerveza. Mientras la esperaba se me
acercó una “chinita” que realmente era de ahí de Chiang Mai, me empezó a sacar
plática lo cual se me hizo curioso pues realmente los tailandeses son personas
como que un poco reservadas con el turista, como que solo están ahí para
atender a las personas. En eso volvió Alejandra y la chinita se puso a platicar
con los dos, ella estaba medio tomada y nos estaba platicando que se estaba
separando de su esposo que era ucraniano, nos enseñó sus anillos que los traía
guardados en su bolsa, total que no se en que momento nos preguntó que si nosotros
bailábamos a lo que le respondimos que sí, entonces nos invitó a un antro que
estaba cerca, Alejandra y yo nos volteamos a ver y fue un “pues vamos”. Claro
que nos daba un poco de miedo pero realmente andábamos lúcidos así que nos
subimos a un taxi que iba pasando por ahí, nuestra amiguita le regateó y de
pronto en un parpadeo ya estábamos adentro de un antro bailando música
electrónica. El lugar se llenó
muchísimo, estábamos entretenidos viendo todo tipos de caras cuando de
la nada unas borrachas se quisieron pelear con nosotros pero nuestra amiga la
chinita nos defendió, de alguna manera terminamos en una parte como vip del
antro. Decidimos irnos, tomamos un uber, dejamos a nuestra nueva amiga en donde
tenía estacionada su camioneta y nos fuimos a dormir.
CAPÍTULO VII
DE VUELTA
Domingo 23 de abril.
Temprano salimos a un mercado chino, esto a petición de
Alejandra, yo no estaba muy de acuerdo que digamos pues nuestro vuelo salía a
las doce de medio día, si teníamos tiempo pero estábamos muy lejos de casa como
para perder ese vuelo, y si perdíamos ese vuelo significaba perder el vuelo de
Bangkok a Los Ángeles. A fin de cuentas hice mis paranoias a un lado e hicimos
otro mini tour por el mercado chino.
Volamos una hora y media hasta Bangkok, nuestro siguiente
vuelo salía a media noche de otro aeropuerto diferente por lo que aprovechamos
el tiempo en la ciudad para volver a visitar el mercado Chatuchak. Con la
diferencia de que ahora fuimos con las cuatro maletas, mochilas y bolsas, así
que solo uno de los dos nos podíamos mover en el mercado así que me sacrifiqué
y me quedé sentado en un restaurante del mercado mientras que Alejandra se
adentraba en busca de unas nalgas de elefante que quería desde que llegamos
pero que era hora que no compraba.
Ahí sentado en el restaurante comí un poco del menú con
platillos locales, aprovechando que no estaba Alejandra. Un poco tiempo después
volvió mi esposa sólo a decirme que no salía de la misma parte del mercado que
iba a intentar caminar por otros pasillos, en pocas palabras fue a decirme que
no me desesperara porque se iba a tardar más tiempo de compras. Por mí no había
problema pues yo estaba a gusto descansando con unas cervecitas bien heladas.
Las horas se fueron volando, sinceramente no me preocupé
por Alejandra pues la conozco y sé que se puede entretener mil horas cuando se
trata de comprar, sin embargo noté que había empezado a bajar el flujo de
personas, como que algunos puestos ya se preparaban a cerrar, de pronto algunos
puestos cerraron. Unos minutos más tarde veo como a unos veinte metros que
viene caminando Alejandra con la cara desencajada, en eso se acercó y cuando
estuvo cerca de mi empezó a llorar con mucho sentimiento, nunca olvidaré su
carita haciendo pucheros. Entre sollozos me contó que se había perdido en el
mercado y que se quedó sin batería su celular por lo que tuvo que salir a una
calle principal y recorrer el mercado por fuera hasta que encontró la entrada
por donde habíamos llegado, mientras caminaba veía como cerraban algunos
locales lo que la hizo pensar mil cosas terribles, sobre todo que sin celular
en una tierra tan desconocida no sería fácil dar conmigo.
Una vez pasado el susto entramos juntos a un pasillo del
mercado donde encontramos las nalgas de elefante que tanto había buscado, por
fin lo compramos, cerramos el ciclo de compras y nos despedimos del mercado.
Volvimos en uber al aeropuerto de vuelos domésticos pues
estaba relativamente cerca, de ahí tomamos un autobús gratuito que nos llevó al
aeropuerto internacional de Bangkok. Recuerdo que el trayecto se nos hizo
eterno pues atravesamos toda la ciudad, para esto ya era de noche, los
rascacielos cubrían el paisaje. Le decíamos adiós a una ciudad que nos
sorprendió a lo grande, una ciudad sumamente moderna, caótica, pero rica en
cultura y tradiciones. Bangkok nunca te olvidaremos, por un momento nos
sentimos parte de ti y de una forma u otra, una parte de nosotros se quedó ahí.
Lunes 24 de abril.
Sin problemas documentamos el equipaje en el aeropuerto,
esperamos un momento e iniciamos el abordaje al avión, nuestra siguiente parada
era Pekín, China. Dónde estaríamos ocho horas y luego volaríamos a Los Ángeles.
Al llegar
a China esta vez no nos sentimos incomodos pues era la segunda vez en menos de
quince días que estábamos en ese aeropuerto. En nuestra espera al siguiente
vuelo teníamos pensado salir a conocer la Gran Muralla ya que se encuentra a
dos horas del aeropuerto, nosotros habíamos leído que con cuatro horas era
suficiente para ir a la muralla y volver al aeropuerto sin ningún problema.
Cuando nos dimos cuenta que todo el viaje de vuelta iba acorde al itinerario
nos emocionamos porque en ese momento nos dimos cuenta que si sería posible
visitar la muralla ya que sin atrasos de vuelos no habría problemas y tendríamos
ocho horas para hacer lo que quisiéramos. Es aquí donde viene el momento más
difícil de nuestro viaje y quisiera empezar contando que todo fue culpa mía, al
decidir que hiciéramos fila en una línea que no era la correcta.
Al descender del avión los letreros te conducen a inmigración,
es ahí donde te sellan el pasaporte con una visa con veinticuatro horas de
vigencia, solo te piden el pase de abordar del siguiente vuelo y sin problemas
sales del aeropuerto. Entonces llegamos a ese lugar, pero vimos que había otra
parte donde había menos fila, el letrero decía que era para las personas que
tenían conexión en menos de veinticuatro horas lo cual era nuestro caso. Ahí
fue donde tomé la decisión más estúpida del viaje y se me ocurrió hacerle caso
al letrero. ¿Por qué digo que fue una decisión estúpida?, porque ya habíamos
leído que teníamos que salir por inmigración como la vez anterior que habíamos
estado ahí, pero esta vez no lo hicimos. Lo que pasó es que nos pasaron
directamente a la sala de espera para las salidas de vuelos. Una vez estando
ahí no hay poder humano que te deje salir del aeropuerto.
Intentamos salir de varias formas, incluso se lo rogamos a
un oficial chino que nos trajo a su jefe solo para decirnos de la forma más
tajante que no, que era imposible dejarnos salir, por más que le explicamos
nuestra situación de lunamieleros, que faltaba mucho para nuestro vuelo y que
soñábamos con conocer la gran muralla, todo fue en vano pues no aceptó.
Alejandra se molestó mucho conmigo y con justa razón, yo
estaba molesto conmigo mismo, no podía creer lo tonto que había sido, después
de tantos aciertos que había tenido durante todo el viaje fallé en una parte
muy sensible que nos dejó sin la oportunidad de conocer la gran muralla. En mi
mente solo pensaba que iba a estar muy difícil tener otra oportunidad como esa.
Después de un rato nos resignamos a simplemente esperar el vuelo, comimos un
poco porque hasta el apetito se nos quitó, dormimos un rato en las bancas hasta
que fue hora de abordar el avión.
Por la diferencia horaria salimos a las tres de la tarde de
Pekín y llegamos a medio día del mismo día a Los Ángeles, a pesar de que el
vuelo duró trece horas. En L.A. nos sentíamos prácticamente en casa pues ya
estábamos de este lado del Océano Pacífico. Volvimos a comer en el mismo Carl’s
jr que comimos cuando empezábamos esta aventura.
Tomamos el último vuelo de nuestra luna de miel el día 24
de abril de 2017 a las seis de la tarde, el vuelo duró dos horas y media. Llegamos
a Tucson, recogimos nuestras maletas y el carro. Menos de una hora después
estábamos en nuestra tierra, como se dice coloquialmente de vuelta a la
realidad.
Nuestra luna de miel fue más que un viaje, fue más que un
paseo, sin duda fue algo más. De cierta forma el hacer un viaje así de
complicado nos cambió algo por dentro, ha hecho que cambiemos la perspectiva de
las distancias y de los límites, no solo en el sentido geográfico sino también
en un sentido mucho más espiritual. Viajar tanto tiempo nos unió de una forma
indescriptible pues los dos nos necesitábamos siempre, fuera de mañana, de
tarde o de noche, sentíamos esa dependencia el uno del otro, al mismo tiempo
que cada quien éramos independientes y captábamos a nuestra forma el entorno. Logramos
entendernos con solo mirarnos, aprendimos a sentir y a pensar como si ella
fuera yo o como si yo fuera ella.
El verdadero viaje fue a nuestro interior, ahí descubrimos
que no somos nadie el uno sin el otro, hablo por los dos al decir que el viaje
fue una aventura que llevaremos marcada en el alma. Tuvimos momentos muy
difíciles que supimos sacar adelante trabajando en equipo, entendimos que
poniendo ambos de nuestra parte es como lograríamos que nuestra relación sea
firme. Respetando las decisiones de cada quien, entendiendo que en ciertas
cosas alguno de los dos sabe más del tema por lo que simplemente tomas por
bueno el comentario o la opinión. Entre otras cosas entendimos como matrimonio
recién nacido que no siempre se trata de dar el cincuenta y cincuenta, a veces
en algún mal día alguien solo puede dar el veinte, es ahí en ese momento donde al
otro le toca dar el ochenta para lograr mantener a flote el día.
Hay algo que nos dice que volveremos a Tailandia, sin
importar cuando pero volveremos pues no estaremos tranquilos sabiendo que allá
hay un lugar maravilloso resguardando más sorpresas para nosotros.
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